En este estudio hemos intentado demostrar que todos
los planteamientos de la LT se basan en
el presupuesto de que el texto – como
objeto de estudio- corresponde a una unidad comunicativa producida en función
de unos modelos preestablecidos (géneros textuales) y, por tanto, predefinidos
por unas normas que caracterizan la producción textual como una actividad
socio- cultural. La reflexión sobre esta entidad lingüística, no ha llevado a
hacer hincapié en la idea de que toda producción textual supone una interacción
simbiótica entre dos distintas orientaciones comunicativas:
-
La primera es
relativa al uso del lenguaje en tanto que
practica de índole social y
colectiva;
-
La segunda
tiene que ver con el poder del lenguaje que no cumple solo la función de
representación del mudo sino igualmente la de cambiar realidades o crear otras
nuev
De este modo, se puede afirmar con Jean-Paul
Bronckart que “más allá de su de verbalizar la realidad, el lenguaje produce/
genera significaciones”. Igual que el AD en general, la LT nos abre nuevas direcciones del
análisis textual proporcionando unos parámetros y concepciones encaminadas a la
aprehensión de la producción lingüística como una textura basada en toda una
red de relaciones establecidas entre varios componentes tanto textuales como
extratextuales. Pues, si el AD se ocupa, comúnmente, del estudio de aspectos de índole lingüística
en su estricta relación con las exigencias y restricciones discursivas que
conforman la base de la textualidad, la LT, sin relegar estos aspectos a un
segundo lugar, orienta su interés hacia
las representaciones y construcciones de tipo ideológico integrados como
constituyentes del texto estudiado como objeto y producto de una actividad
humana con fines comunicativos. La LT permite, de esta manera delimitar y
describir la naturaleza de las relaciones de textualidad. Discursividad con
miras a una mejor comprensión. Considerando el texto como la base de todo acto
comunicativo, y por ende, como producto de una actividad social pasa a ser, más
allá de sus formas lingüísticas, una práctica que ha de procesarse y
construirse en virtud de sus específicos
aspectos contextuales, eso es en función de los condicionantes socio-culturales.
El texto, como unidad fundamental de la
comunicación lingüística es un mensaje que asume un preciso en relación con el contexto, el
contorno lingüístico donde está inserido, y contexto extralingüístico, es
decir la situación de comunicación en la que se produce. Todo texto se articula
en consonancia con una constante interacción dialógica entre los elementos lingüísticos y no lingüísticos.
Para su funcionamiento se han de tener en cuenta referencia a un número de diversos factores
tales como la intención comunicativa del emisor y receptor, las relaciones
entre ellos, el conocimiento compartido por ellos, las circunstancias en que se
produce el texto.
Es verdad que el perfecto conocimiento de
la lengua y el dominio de sus distintas estrategias de expresión (competencia lingüística)
resulta imprescindible en el proceso de comprensión de un texto, pero es
insuficiente para darse cuenta de toso
sus aspectos relacionados con su sentido. Pues aparte de esta condición de
“competencia lingüística” se necesita
otra condición relativa a la producción
del texto, o sea a la condición de adecuación tanto a la situación de
comunicación como a la finalidad del acto comunicativo en si eso es la
competencia comunicativo. Por lo tanto,
podemos decir que el texto como evento comunicativo se hace posible sólo
gracias a la práctica verbal regida por la unión de dos
competencias; la lingüística y la comunicativa, unión que, al fin y al cabo, constituye lo que se ha dado en llamar
la competencia textual, o sea el conjunto de habilidades y destrezas para
producir y comprender un texto.
La comprensión de un texto escrito u oral constituye
un proceso complejo donde intervienen muchos factores propios a la situación
comunicativa. Hay distintas modalidades de comprensión: a)- la literal,
consistente en la actividad de rastreo
de informaciones proporcionadas por el texto, b)-la interpretación o comprensión o inferencial y c)- la crítica,
entendida como práctica valorativa y
reflexiva. Los dos últimos tipos de
lectura van más allá de la mera
exploración de las informaciones
contenidas en el texto, ya que requieren del lector una serie de conocimientos previos
y unas habilidades y competencias para
poder intervenir como copartícipe en el proceso comunicativo y poder así
reconstruir, negociar y valorar lo que se dice en el texto con espíritu crítico.
Todo nos lleva a concluir que la concepción
que se tiene el texto como producto lingüístico determina, en gran parte, su
papel comunicativo y presupone una construcción que ha de analizarse en función
de una serie de coordenadas discursivas que lo vinculan con un entorno que va más
allá de la mera expresión verbal:
-
Es
una entidad lingüístico semántica, en la medida en que supone una determinada función y que lo instituye como unidad portador a de
sentido y de significados que se transmiten en una situación comunicativa
particular;
-
Es una manifestación de orden verbal que se
define por su carácter interpersonal e interaccional determinado por normas de
uso convencionales de las que depende su comprensión e interpretación,
-
Es
una unidad de sentido que se instaura como materialización de un discurso
susceptible de tener varias formas lingüísticas.
-
Es
el producto de un procesamiento
multinivel que dispone de una estructura y de una organización basada en
distintas propiedades de textualidad como la cohesión, la coherencia, etc.
-
Es
una actividad socio-cultural procesada y predefinida por la existencia de
géneros, o sea de superestructuras que demarcan los límites de su forma y su
función,
-
Es
una producción lingüística que depende de las normas de registro que determina
su carácter formal o informal, su dimensión de concreción o abstracción, sus
niveles culto o familiar, etc. Es decir
que se trata de una manifestación verbal ineluctablemente abocada
a producirse y recibirse como producto de una situación de comunicación, o sea a ser “una unidad dinámica de
interacción lingüística entre los participantes en un intercambio comunicativo”
(Marimón, 2008: 41) .
La lectura de un texto se concibe en la LT como una actividad
intelectivo-cognitiva por medio de la cual los participantes en el acto
comunicativo comparten unas determinadas estrategias de interacción. La
interpretación de cualquier texto se hace en función de unas determinadas experiencias
valores y conocimientos previamente adquiridos que entran en juego a la hora de
codificar un texto. La interacción lectora supone una actuación frente a una
producción lingüística que propone una representación del mundo o una forma de
verlo, por lo cual el lector se halla obligado a negociar poniendo en práctica sus habilidades
lectoras y vehiculando dos modalidades de conocimientos: los construidos
en experiencias anteriormente vividas y
los que el autor del texto propone. No
obstante, recalcamos con Solé (2002) que
“leer es más que decir lo que está escrito en una página; es, en alguna medida, la capacidad de atribuir
significado a un texto que otra persona escribió” Esto supone, desde luego,
que el lector es un agente activo que
construye significados. Lectura, de este modo, representa, tal como lo sostiene
Aisenberg (2010: 45) un “proceso activo de construcción de significados,
proceso que exige una actividad intelectual compleja de elaboración de
hipótesis, establecimiento de inferencias y de relaciones”[1].
[1] - Aisenberg define la lectura como: «processo ativo de construção de significados, processo aue exige um trabalho intelectual complexo de elaboracção de hipóteses, estabelecimento de inferências e de relações “. La traducción es nuestra.
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