29.11.16

Consideraciones finales

       En este  estudio hemos intentado demostrar que todos los planteamientos de la LT se  basan en el presupuesto  de que el texto – como objeto de estudio- corresponde a una unidad comunicativa producida en función de unos modelos preestablecidos (géneros textuales) y, por tanto, predefinidos por unas normas que caracterizan la producción textual como una actividad socio- cultural. La reflexión sobre esta entidad lingüística, no ha llevado a hacer hincapié en la idea de que toda producción textual supone una interacción simbiótica entre dos distintas orientaciones comunicativas:

-          La primera es relativa al uso del lenguaje en tanto que  practica de  índole social y colectiva;
-          La segunda tiene que ver con el poder del lenguaje que no cumple solo la función de representación del mudo sino igualmente la de cambiar realidades o crear otras nuev
    De este modo, se puede afirmar con Jean-Paul Bronckart que “más allá de su de verbalizar la realidad, el lenguaje produce/ genera significaciones”.   Igual que el AD en general,  la LT nos abre nuevas direcciones del análisis textual proporcionando unos parámetros y concepciones encaminadas a la aprehensión de la producción lingüística como una textura basada en toda una red de relaciones establecidas entre varios componentes tanto textuales como extratextuales. Pues, si el AD se ocupa, comúnmente,  del estudio de aspectos de índole lingüística en su estricta relación con las exigencias y restricciones discursivas que conforman la base de la textualidad, la LT, sin relegar estos aspectos a un segundo lugar, orienta su interés  hacia las representaciones y construcciones de tipo ideológico integrados como constituyentes del texto estudiado como objeto y producto de una actividad humana con fines comunicativos. La LT permite, de esta manera delimitar y describir la naturaleza de las relaciones de textualidad. Discursividad con miras a una mejor comprensión. Considerando el texto como la base de todo acto comunicativo, y por ende, como producto de una actividad social pasa a ser, más allá de sus formas lingüísticas, una práctica que ha de procesarse y construirse en virtud de sus específicos  aspectos contextuales, eso es en función de  los condicionantes socio-culturales.  

     El texto, como unidad fundamental de la comunicación lingüística es un mensaje que asume  un    preciso en relación con el contexto, el contorno  lingüístico donde está  inserido, y contexto extralingüístico, es decir la situación de comunicación en la que se produce. Todo texto se articula  en consonancia con  una constante interacción dialógica  entre  los elementos lingüísticos y no lingüísticos. Para su funcionamiento se han de tener en cuenta   referencia a un número de diversos factores tales como la intención comunicativa del emisor y receptor, las relaciones entre ellos, el conocimiento compartido por ellos, las circunstancias en que se produce el texto.
     Es verdad que el perfecto conocimiento de la lengua y el dominio de sus distintas estrategias de expresión (competencia lingüística) resulta imprescindible en el proceso de comprensión de un texto, pero es insuficiente   para darse cuenta de toso sus aspectos relacionados con su sentido. Pues aparte de esta condición de “competencia lingüística”  se necesita otra condición   relativa a la producción del texto, o sea a la condición de adecuación tanto a la situación de comunicación como a la finalidad del acto comunicativo en si eso es la competencia comunicativo. Por lo tanto,  podemos decir que el texto como evento comunicativo se hace posible sólo gracias  a la  práctica verbal regida por la unión de dos competencias; la lingüística y la comunicativa, unión que,  al fin y al  cabo, constituye lo que se ha dado en llamar la competencia textual, o sea el conjunto de habilidades y destrezas para producir y comprender un texto.     
     La comprensión de un texto escrito u oral constituye un proceso complejo donde intervienen muchos factores propios a la situación comunicativa. Hay distintas modalidades de comprensión: a)- la literal, consistente en  la actividad de rastreo de informaciones proporcionadas por el texto, b)-la interpretación o  comprensión o inferencial y c)- la crítica, entendida como práctica  valorativa y reflexiva. Los dos  últimos tipos de lectura  van más allá de la mera exploración  de las informaciones contenidas en el texto, ya que  requieren  del lector una serie de conocimientos previos y unas habilidades y competencias  para poder intervenir como copartícipe en el proceso comunicativo y poder así reconstruir, negociar y valorar lo que se dice en el texto  con espíritu crítico.   
                                             
   Todo nos lleva a concluir que la concepción que se tiene el texto como producto lingüístico determina, en gran parte, su papel comunicativo y presupone una construcción que ha de analizarse en función de una serie de coordenadas discursivas que lo vinculan con un entorno que va más allá de la mera expresión verbal:
  
-          Es una entidad lingüístico semántica, en la medida en que  supone una determinada función y que  lo instituye como unidad portador a de sentido y de significados que se transmiten en una situación comunicativa particular;
-           Es una manifestación de orden verbal que se define por su carácter interpersonal e interaccional determinado por normas de uso convencionales de las que depende su comprensión e interpretación,
-          Es una unidad de sentido que se instaura como materialización de un discurso susceptible de tener varias formas lingüísticas.
-          Es el  producto de un procesamiento multinivel que dispone de una estructura y de una organización basada en distintas propiedades de textualidad como la cohesión, la coherencia, etc.
-          Es una actividad socio-cultural procesada y predefinida por la existencia de géneros, o sea de superestructuras que demarcan los límites de su forma y su función,
-          Es una producción lingüística que depende de las normas de registro que determina su carácter formal o informal, su dimensión de concreción o abstracción, sus niveles culto o familiar,  etc. Es decir que se trata de una manifestación verbal ineluctablemente  abocada  a producirse y recibirse como producto de una situación de comunicación,  o sea a ser “una unidad dinámica de interacción lingüística entre los participantes en un intercambio comunicativo” (Marimón, 2008: 41) .    

      La lectura de un  texto se concibe en la LT como una actividad intelectivo-cognitiva por medio de la cual los participantes en el acto comunicativo comparten unas determinadas estrategias de interacción. La interpretación de cualquier texto se hace en función de unas determinadas experiencias valores y conocimientos previamente adquiridos que entran en juego a la hora de codificar un texto. La interacción lectora supone una actuación frente a una producción lingüística que propone una representación del mundo o una forma de verlo, por lo cual el lector se halla obligado a  negociar poniendo en práctica sus habilidades lectoras y vehiculando dos modalidades de conocimientos: los construidos en  experiencias anteriormente vividas y los que el autor del texto propone.  No obstante, recalcamos  con Solé (2002) que “leer es más que decir lo que está escrito en una página; es,  en alguna medida, la capacidad de atribuir significado a un texto que otra persona escribió” Esto supone, desde luego, que el lector es   un agente activo que construye significados. Lectura, de este modo, representa, tal como lo sostiene Aisenberg (2010: 45) un “proceso activo de construcción de significados, proceso que exige una actividad intelectual compleja de elaboración de hipótesis, establecimiento de inferencias y de relaciones[1]



[1]  - Aisenberg define la lectura como: «processo ativo de construção de significados, processo aue exige um trabalho intelectual complexo de elaboracção de hipóteses, estabelecimento  de inferências  e de relações “. La traducción es nuestra.   

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