18.11.16

Frase, texto y sentido

La mayoría de las tendencias susceptibles de incluirse en esta línea de investigación ha fundamentado el estudio del texto en la misma teoría gramatical  que sirvió para el estudio de las oraciones. Este es el caso, por ejemplo, de las primeras propuestas de corte estructuralista y también de las  planteadas en los albores de la teoría generativista.   

     Se puede decir que los planteamientos, esbozados con miras a establecer una gramática del texto, han constituido, tanto en su versión formalista como en la funcionalista, tendencias que se preocuparon esencialmente por resaltar las propiedades y rasgos intrínsecos del texto, fijándose en las normas de cohesión y coherencia y dando primacía a la elaboración de tipologías textuales[1], o sea, aspectos  que pueden prestarse al análisis y evaluación empírica, descartando, del todo, la importancia del contexto y situación comunicativa como factor determinante en el  texto  concebido como  proceso de  producción / recepción. 
                                                               
    Algunos planteamientos lexicalistas han ido hasta el límite de  defender la hipótesis del léxico dinámico llegando a definir una unidad textual como un conjunto de palabras unidas en función de unas determinadas reglas de conexión y cohesión.

      Garrido, por citar un ejemplo, comparando el alcance comunicativo de la palabra y del texto, de las unidades textuales como “esquemas cogniscitivos que describen el tipo de acción comunicativa” (1992: 167). Para él, las  palabras tienen sus propias estructuras y sus cargas semánticas son maleables por corresponder, igualmente, “esquemas cognitivos” que,  al pasar a formar parte del texto, como unidad lingüística mayor, se adecua a su a su sentido global, ya que “al encajar una unidad cognoscitiva en otra superior, siempre se produce un ajuste” (Garrido, 1992: 165).
     
       De esta perspectiva viene la definición del texto como aquella unidad producida a base de palabras organizadas y unidas adecuadamente unas a otras[2].  Esta definición pese a desechar que un texto no es una serie de palabras unidas aleatoriamente y sin vínculo lingüístico semántico, y pese a alegar el principio de continuidad entre el nivel de léxico y sintáctico,  no cumple con las expectativas que nos interesan en este estudio.   

      La LT no pretende, de ningún modo, descalificar la palabra en tanto que constituyente textual. Lo que  postula es, en realidad, es que la articulación de un  texto no se hace sólo  a base de una combinación de piezas léxicas organizadas en la superficie textual.  Beaugrand y Dressler reconocen (1981: 11) que las palabras de un  texto son fundamentales para conseguir su unidad y que obedecen en su disposición a un conjunto de “principios constitutivos y reguladores de textualidad”, o sea todo texto viene definido por  su propia estructura de superficie, donde la ordenación de los elementos léxicos y sus relaciones de concatenación y subordinación van regidas por unas normas organizadoras.  No en balde afirma I. Costa Antunes a este respecto  que:

[…] un texto requiere más que el aparato lingüístico perceptible. El sentido global que vehicula supera las unidades de su superficie. No obstante, reconozco que un texto se hace, también, con palabras, que se acomodan en la linealidad secuencial del tiempo o del papel, y que requieren padrones específicos de organización, de modo que puedan funcionar, en un determinado contexto, como actividad comunicativa. (1996: 27)[3].   
        
   Es sabido, por otra parte,  que, antes del desarrollo de las tesis fundamentales de la LT y de los postulados de la Pragmática,  tanto la gramática estructuralista como la generativa  consideraba la oración como la unidad de análisis central en la cual había que fijarse para interpretar una producción textual. De esta práctica se infiere que el texto se concebía como un bloque de oraciones  concatenadas, dispuestas y organizadas en función de unas determinadas reglas de disposición que son principalmente de carácter sintáctico-semántico.

     Es justamente por esta razón que Roland Barthes escribió en 1966 que el campo de actuación de la lingüística era esencialmente la frase “es la última unidad de la que cree tener derecho a ocuparse; el discurso no tiene nada que no encontremos en la frase”[4] .  Por esta razón, refiriéndose a los mecanismos de cohesión textual, algunos autores como Marcelo Paiva  y Suzana Luw señalan que este aspecto puede averiguarse desde un perspectiva puramente intrafrástica; “un texto se hace   bien construido y cohesionado   cuando usamos los elementos gramaticales o cohesivos en interior de las  frases, de forma adecuada[5].

     La gramática tradicional, debido a su orientación hacia la oración como unidad de análisis, ha conferido muy poca importancia al texto. La unidad sintáctica superior para el paradigma estructuralista y generativista corresponde esencialmente al nivel frástico.  

     Para los estructuralistas, el lingüista ha de determinar unos niveles de análisis. En este caso, el nivel léxico-semántico, por ejemplo, queda en principio objeto de investigación  que se manifiesta en distintos niveles de análisis y las palabras, como otras unidades de otros niveles, concurren al establecimiento de la lengua en cuanto que sistema.  

  Así, desde la tradición de la escuela funcionalista francesa, André  Martinet pese aclarar la intima relación existente entre los cambios sociales y lingüísticos y señalar la importancia del factor de "economía" como norma reguladora en el acto comunicativo, ha desarrollado la perspectiva funcional de la sentencia basándose en la tesis de que la lengua cuenta en sus procesos de uso en dos tipos de articulaciones: léxica y fonemática. Esta postura limita, por supuesto el análisis a nivel de la sentencia y sus  subcomponentes.

    La glosemática, regida por las orientaciones formalistas de la escuela de Copenhague, pese a la re-conceptualización del fenómeno del leguaje y su tratamiento en virtud de términos específicos[6], no  ha podido ir más  allá de las limitaciones de la oración.  Pues si el principio general de Saussure consiste en hacer de la lingüística una ciencia que estudia el lenguaje en sí y por si mismo, la glosemática adopta, igualmente, esta orientación abogando por el principio de la inmanencia lingüística, anulando, de esta forma, todo planteamiento trascendente. De ahí que Louis Hjelmslev haya precisado en su obra, Prolegómenos a una teoría del lenguaje (1968),  que el mayor reto al que se debe enfrentar es como hacer de la lingüística una auténtica ciencia. Su propuesta consiste en excluir todo lo extralingüístico y enfocar el lenguaje en tanto que estructura “sui generis”[7], o sea prescindir del factor  de  contexto  (social, cultural, psicológico, físico, etc.),  que luego va a ser  revalorado,  por la pragmática, el AD y la LT,  como elemental en toda actividad discursiva.  Esta tendencia “inmanentista” ha tenido como resultado confinar el análisis dentro de la perspectiva  propiamente lingüística considerando el texto como “conjunto de datos que se deben analizar, desde una oración hasta todas las frases que aparezcan en un autor o una obra” (H.P. Grajales,  2001: 95).Pues, en su búsqueda de estudiar lo constante en la producción lingüística, Hjelmslev considera el texto como el espacio de intersecciones de una serie de relaciones y que lo constituyen.  El precursor de la glosemática establece toda una red terminológica para explicar su fundamento teórico:

Advertida la existencia de estas posibilidades, la necesidad práctica de una terminología adecuada se hace urgente. Introduciremos, pues, unos términos provisionalmente para designar aquellas posibilidades que hemos tenido en cuenta. A las dependencias mutuas, en las que un término presupone el otro y viceversa, las llamaremos convencionalmente interdependencias. A las dependencias  unilaterales, en las que un término  presupone el otro pero no viceversa, las llamaremos determinaciones. Y a las dependencias de mayor libertad, en las que dos términos son compatibles pero ninguno presupone el otro, las llamaremos constelaciones. Añadiremos aun designaciones especiales para esas tres dependencias según se produzcan en un proceso o en un sistema. A la interdependencia entre términos de un proceso la llamamos solidaridad; a la interdependencia entre términos  de un sistema, complementariedad. A la determinación entre términos de un proceso la llamamos de selección; a la determinación entre términos de un sistema, especificación. A las constelaciones dentro de un proceso las llamamos combinaciones; a las constelaciones dentro de un sistema, autonomías.” (1968:42-43).

     Creemos que, sumida al resto de la nomenclatura relacionada con otros aspectos estudiados por el fundador de la escuela de Copenhague, esta propuesta terminológica constituye en sí una de los puntos conflictivos que dificultan la aplicación de los métodos de la glosemática[8]. A parte de esta dificultad a nivel, urge señalar que estas correlaciones, estudiadas funcionalmente, como “dependencias” se limitan tan sólo al plano del contexto tal como se define en la LT.  

     En esta misma línea se sitúa la postura teórica de Antonio Domínguez Rey, quien, desde una óptica glosemática, alega que toda estructuración de un texto , con vistas  a analizarlo,  supone, forzosamente, hacerlo en términos de planos, niveles o subestructuras que han de referirse a unas determinadas unidades elementales que son la palabra, el sintagma, la proposición o la oración, insistiendo así en el criterio oracional como regidor de la construcción textual: “Tanto párrafo como periodo y capitulo, la obra en general, el texto en conjunto, son organizaciones oracionales, de proposiciones o partes suyas, sintagmas.” (2014:64).
    
     Para los generativistas, especialmente de rango sintaxista, la teoría lingüística tiene que tener en cuenta la capacidad de producción y de comprensión de las frases tanto desde el punto de vista de su emisión como desde el de su recepción. De  este modo la gramática se reduce a un conjunto de reglas y normas que rigen la construcción de estas frases.

     La sintaxis generativa considera que “la dimensión frástica” corresponde al “límite natural del fenómeno del lenguaje”[9], de ahí que los defensores del planteamiento chomskiano hayan refutado, por ejemplo,  la opción de los descriptivitas consistente en  la aproximación al léxico sin subordinarlo a su contexto frástico u oracional. Pues, el valor de la palabra se reduce según ellos, a la función que desempeña en tanto que constituyente de la frase, concebida como un todo susceptible de fragmentarse en partes. Es justamente por esta razón que Lodenir Becker Karnopp, refiriéndose a la LT, la considera como un área de estudio que emerge, a partir de propuestas pragmáticas, para superar los límites de la gramática de la frase:

    La lingüística estructuralista y la generativista se dedicaron al estudio de la lengua fuera de cualquier contexto de uso. Por considerar las relaciones entre la lengua y sus usuarios, la pragmática emerge como nuevo campo de investigación en la lingüística. En este contexto, considerando la lengua como actividad, surgen condiciones favorables para las investigaciones de una lingüística del texto y del discurso, o sea, una lingüística que se ocupa de las manifestaciones producidas por los usuarios de una lengua[10].
    
     Una de las preocupaciones medulares expresadas en las reflexiones sobre la necesidad de establecer una gramática textual, corresponde justamente a que ciertos fenómenos de ligación sintáctica y estructuración semántica no pueden explicarse en función del parámetro de la “frase” concebida como “límite natural” de la expresión lingüística. Pues, al usar la lengua, los hablantes no producen sólo palabras o frases aisladas o disociadas  del contexto situacional del discurso. No en balde afirma Marta Marín (MARÍN, M. 2008:113) que “los seres humanos no nos comunicamos mediante palabras aisladas, tampoco mediante oraciones aisladas, sino que tratamos de transmitir significados completos, más o menos cerrados, lo más coherentes posible, porque intentamos ser comprendidos por los otros.  

   En esta misma línea se sitúa que defendiendo la tesis del sentido global, refuta toda propuesta sumativa que procura reconstruir el sentido de un texto a base de la suma de los significados correspondientes a los enunciados oracionales contemplados desde una perspectiva de fragmentación y de composicionalidad   que concibe  el texto como un conjunto de significados completos e independientes: 

      Para estudiar el discurso como unidad significativa compleja, no es posible analizar sus oraciones o proposiciones en forma individual o aislada. Una unidad semántica global llega a ser tal como un ‘producto’ y no como una ‘suma’ de enunciados. Este principio se utiliza  también para indicar que las emisiones de discursos se usan en contextos de comunicación e interacción sociales y que poseen sus funciones específicas en tales contextos situacionales. Las emisiones, en tales circunstancias, se utilizan para realizar ‘acciones’: son productos  de la actividad verbal del hombre.(Miranda 1986,:29 ).

    Con las aportaciones de varias líneas de estudio, tales como la sociolingüística, la psicolingüística, la semiótica, etc.,  la lingüística deja de ser definida como ciencia que estudia la lengua como sistema para pasar a ser una ciencia del lenguaje –entendido en su sentido amplio: el semiológico.  Se empieza a tener en cuenta factores extratextuales para la interpretación de los textos  y la investigación lingüística se orienta hacia dimensiones más abarcadoras como las de la “enunciación” y “enunciado” estudiados, por Harris (1969) y desarrollados también  por Benveniste en Problemas de lingüística general (1989)y por Jakobson en Lingüística y comunicación (1989). 
                                                                                                                 
             La propuesta de Harris consistente en la  urgencia de enfocar lo que él llama “categorías mayores” ha contribuido a la vuelta de la mirada hacia aspectos constituyentes del texto y su distribución en el espacio textual en función de una relación de partes con el todo. Varias son las teorías que han  adoptado esta orientación para abocar por el estudio de la actividad verbal  como acto de comunicación y,  por tanto, ha hecho hincapié en la necesidad de enfocar las unidades mayores a la oración e interesarse por las relaciones que se establecen entre ellas dentro del texto.
 
     Refiriéndose, a los primeros intentos de elaboración de una gramática textual, T.A. Van Dijk lo considera como el evento más importante que contribuyo a la desmitificación de los principios de la gramática transformacional chomskiana y hablando de los propósitos fundamentales de esta nueva orientación hacia un nuevo paradigma y,  por tanto, hacia una nueva forma de ver la realidad referencial del lenguaje, el lingüista holandés  explica:

El principal motivo  de este intento (de construir una gramática del texto) fue la presuposición  de que la gramática de una lengua debe dar  cuenta, no sólo de las oraciones realizadas mediante las emisiones de hablantes nativos, sino también de la s relaciones  entres oraciones, o sea de los textos  enteros subyacentes a estas emisiones. Esta afirmación se basa en parte en argumentos gramaticales  y,  en parte,  en el posible papel de la gramática  en dominios tales como la psico y sociolingüística, la poética, la antropología y las demás ciencias sociales. (Van Dijk, 1980:9-10). 

   Es precisamente por este motivo que las gramáticas, con orientación textual, han demostrado que es desacertada la idea de concebir el texto como  un simple conjunto de oraciones pasando por alto la propiedad más relevante de tejido o textura. De hecho, muchos son los lingüistas que, desde planteamientos diferentes, han llegado a aseverar que las oraciones de un texto, no son, en realidad, las que lo constituyen; ellas sólo contribuyen a la realización del mismo[11]. La construcción de un texto no se logra, así, por mera acumulación de subunidades; la lógica impone que estas piezas de constructivas sean como lo alega Lemke (1991: 23) "hasta cierto punto mutuamente predictivas unas de otras". 

       Todo lleva a la conclusión de que existe una unidad mayor que la oración y donde ésta interviene con otras en como constituyente funcional. Esta unidad textual supone que tanto las producciones resultantes del uso primario de la lengua en situaciones básicas de conversación oral como las que resultan de la lengua escrita, indistintamente de su carácter individual o colectivo/colaborativo,  son objetos dotados de sentido y de unidad, es decir, que se descubren como bloques constituidos de formantes lógicamente entroncados que forman un todo coherente.

     El paso de la gramática de la oración a la gramática del texto supone un cambio de perspectiva no sólo a lo que se refiere a la determinación de la unidad de análisis (objeto de estudio: oración/texto), sino igualmente  respecto a las unidades menores. Para aclarar esta idea podemos mencionar la re-conceptualización o redefinición de ciertos constituyentes como los substantivos que se contemplan distintamente pasando del nivel oracional al textual. Pues,  en el nivel oracional, se considera la estructura sintáctico-semántica del bloque frástico insistiendo por una parte en la función sintáctica de los sustantivos dentro de la oración (sujeto, sujeto paciente, complemento directo, complemento agente, atributo, etc.,) y, por otro, se recalca su valor semántico dentro de la estructura oracional como unidad mayor (propio, toponímico, común, abstracto, concreto, no contable, colectivo, etc.). Mientras que en el nivel textual, los sustantivos no se prestan al análisis teniendo en cuenta sus implicaciones sintácticas o morfológicas, sino que estudian, junto con sus modificadores y complementos (artículos, adjetivos, determinativos, etc.) en tanto que entidades lingüísticas que actúan en el discurso como  piezas operantes que permiten el desarrollo del tema nuclear del texto. Además, la perspectiva textual  supone examinar otros aspectos de tipo referencial que hacen que los sustantivos cumplan unas determinadas funciones deícticas:

Ø  Nombrar y determinar la persona o personas del discurso; deixis de persona
Ø  Remitir al lugar o lugares donde se desarrolla  la acción; deixis de espacio,
Ø  Determinar el tiempo de la enunciación: deixis temporal.
                                            
          Todas las propuestas elaboradas desde la perspectiva de la gramática textual han hecho hincapié en el hecho de que la unión o ligación entre los componentes textuales ha de presentar un sentido lógico y coherente. Por eso, se ha defendido ya desde los primeros momentos, los estudios con dimensión textual han insistido en la necesidad de examinar las relaciones de sentido existente entre las partes que configuran la totalidad del texto.   
  
  Al considerar las reflexiones de naturaleza lógico-filosófica desarrolladlas a cerca del leguaje y su relación con la expresión de un sentido vehiculado en la comunicación, notamos, por ejemplo que la semántica de la palabra,  la de la frase y la textual han demostrado, entre otros aspectos, que el carácter dinámico de los constituyentes hace que a una palabra, a una frase o incluso a un texto no siempre les corresponde un sentido composicional o literal. Esta hipótesis esgrimida, igualmente, por el análisis del discurso y la LT, nos hace recordar los postulados de las teorías del sentido. Según G.H. Harman (1968: 66), tres son las propuestas teóricas que merecen mencionarse en este marco:

1.      Las que reducen el sentido a la evidencia e inferencia, es decir, que una determinada expresión lingüística tiene sentido sea por ser parte integrante e imprescindible en un esquema conceptual, sea por  desempeñar una función en la inferencia realizada en el marco de la actividad interpretativa. Esta conjetura va defendida por lingüistas como Ayer, Carnap, Lezis, Firth, Hepel, Sellars y Auine.  
2.      Las que postulan que el sentido depende de la idea o sentimiento que una expresión puede comunicar. Esta línea teórica se concretiza en los estudios de Morris, Stevenson, Grice y Katz,
3.      Las teorías de orientación pragmática que consideran el sentido como una función de los actos de habla. Se trata de una perspectiva desarrolladla fundamentalmente por lingüistas tales como Wittgenstein; Austin, Hare, Searle,  Alston entre otros[12]

          Según, Harman, podemos distinguir en estas orientaciones tres tipos de sentidos que, en realidad, no se contradicen sino que al contrario se complementan para articularse en una misma teoría del lenguaje. Pues el primero permite presentar el lenguaje como herramienta de reflexión; el segundo define se concentra en el uso del lenguaje en situaciones de comunicación y el tercero va orientado hacia el uso del lenguaje en ciertas condiciones de tipo diastrático[13].       

    Hablando del texto, teniendo en cuenta la articulación de su(s) sentido(s), podemos afirmar con Marta Marín (MARÍN, M. 2008:115) que se trata de “una unidad de comunicación” que corresponde a: “un entretejido (textum) de significaciones” susceptibles de reducirse a “un significado global”. Esto implica, que todo texto ha de verse como un todo, cuyas partes deben relacionarse, de forma lógica, para contribuir a la configuración de un sentido general destinado a actuar adecuadamente a una determinada  situación comunicativa.

     Sea como sea, actualmente, ya es un lugar común afirmar que todo proceso textual, tanto en su nivel de  producción  como en el de su propia recepción, ha de suponer la no cotextuales- eso es, no presentes en el texto- para reconstruir el sentido de un texto. Este es un hecho que ha sido ampliamente abordado en los estudios de la gramática discursiva hispánica.  Gutiérrez Ordóñez, por ejemplo, postula queel sentido incluye no sólo los aspectos tradicionalmente semánticos, sino también los pragmáticos”, distinguiendo así, entre  el significado “lingüístico”, el significado “referencial” y el significado “ilocutivo” (1989: 63). Del mismo modo,  Demonte y Fernández Soriano, hacen hincapié en que a todo enunciado textual le corresponde una representación sintáctico-gramatical   que, necesariamente, remite a un  significado “ilocutivo”,  analizable en tanto que “sintagma fuerza” (2007:137),  sin perder de vista que, en un texto,  hay que  tener siempre en cuenta la red compleja de relaciones de sentido y las dimensiones interpretativas de orden extralingüístico.  
 



[1] -  Nos referimos a la tendencia de clasificar los textos, por ejemplo, en géneros como: descriptivo,  narrativo, expositivo, argumentativo, instructivo.
[2]  Suzana Luz, afirma que « um bom texto é aquele produzido com a organização de palavras que se unem, adecuadamente, umas às outras
[3] - “[…] um texto requer mais que o aparato linguistico perceptível. O sentido global que veicula ultrapasa as unidades da sua superfície. No entanto, reconheço que um texto se faz, também, com palavras, que se acomodam na linearidade seqüencial do tempo ou de papel e que demandam padrões específicos de organização, de maneira a poderem funcionar, num determinado contexto, como atividade comunicativa.” 
[4]  “Assim, os termos vão formando uma oração, e as orações vão construir períodos, que formarão parágrafos e a organização entre parágrafos um texto”. Ibid.
[5] -  « Um texto torna-se bem, construido e coeso quando usamos os elementos gramaticais ou coesivos no interior das frases, de forma adequada».
[6] -  En los estudios de los representantes de esta escuela  no se usan los conceptos propuestos por Saussure y sus seguidores, sino que se recurre a toda una terminología para tratar a veces los mismos fenómenos. Por ejemplo en vez de significante y significado se emplean las nociones de ‘plano de expresión” y “plano de contenido’ y ambos se definen como entidades formadas por una “forma” y una “sustancia’. Del mismo modo los conceptos saussureanos: lengua, habla, relación asociativa, relación sintagmática, son sustituidos  respectivamente por los términos Esquema, texto, sistema, proceso.
[7] - Al principio del capítulo VII de su libro, Hjelmslev afirma  que “ Al evitar el punto de vista trascendente hasta aquí prevalente y buscar una comprensión inmanente del lenguaje, en cuanto estructura auto-suficiente y especifica, así como una constancia dentro del lenguaje mismo, y no fuera de él, la teoría lingüística empieza a limitar el alcance de su objeto. Esta restricción es necesaria (…)  podrá considerarse justificada si mas tarde permite una ampliación de la perspectiva  exhaustiva  que esté de acuerdo consigo misma,   mediante una proyección de la estructura descubierta sobre los fenómenos que la rodean .” (1968:35).
[8] - Refiriéndose a este aspecto complejo de la teoría hjemsleviana, H.P. Grajales dice que “la glosemática introduce una nueva terminología compuesta por 108 términos para caracterizar los fenómenos del lenguaje. Este fenómeno dificulta la comprensión de esta teoría” (2001: 96).
[9] - Boujamaa El-Akhdar, Lexique arabe; vers une grammaire dérivationnelle, Rabat, Ed. Okad, 1988,p. 19. “… chez les génerativistes, la dimension phrastique a été considérée comme la limite naturelle du phénomène langagière”.
[10] - “Lingüística textual” in Lodenir Becker Karnopp,Dóris Gedrat , Teorias do Texto e do Discurso, Canoas , Editora Ulbra,  2006, p. 18 . "A linguísticaestruturalista e a gerativista dedicaram-se ao estudo da língua fora de qualquer contexto de uso. Por considerar as relações entre a língua e seus usuários, a pragmática emerge como novo campo de investigações na linguística. Nesse contexto, considerando a língua enquanto atividade, surgem condições favoráveis para asinvestigações de uma linguística do texto e do discurso, ou seja  umalingüística que se ocupa das manifestações producidas pelos usuários de uma língua. " (la traducción es nuestra).
[11] - Esta idea del texto  definido como constructo realizado por sus propias oraciones, pero sin que éstas sean lo fundamental en la textura del mismo la encontramos desarrollada en Halliday  (1978: 133-5), (Quirk et al. 1985: 1423) y  Fowler (1996: 80).
[12] - Al lado de esta propuesta de  clasificación  podemos mencionar otras  como la de D.E. Cooper (1973) que destaca las tres teorías del sentido: la teoría mentalista, la teoría behaviorista y la teoría del uso. A parte de estas tres orientaciones teóricas,  Cooper habla de lo que él prefiere denominar las teorías del “punto de vista”: el verificacionismo, emotivismo, el paradigma y la polaridad. D. Wunderlich (1974), por su parte, distingue tres tipos de sentidos: el sentido extralingüístico, tratado esencialmente en el marco de la semántica lógica, el sentido intralingüístico, estudiado por la semántica conceptual; la teoría de los campos léxicos  y el análisis componencial y;  finalmente,  el sentido ligado a la situación de comunicación: estudiado por las teorías de pragmáticas. G. Leech, a su vez, distingue entre el sentido conceptual, el sentido asociativo, (connotativo, estilístico, etc.) y el sentido temático.
[13]Le premier pourrait rendre compte de l’utilisation du langage comme outil de réflexion ; le second, de l’utilisation du langage dans la communication ; le troisième, de l’utilisation du langage dans certains rituels, institutions ou pratiques d’un groupe de locuteurs »   (1968: 68).

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