La mayoría de las
tendencias susceptibles de incluirse en esta línea de investigación ha
fundamentado el estudio del texto en la misma teoría gramatical que sirvió para el estudio de las oraciones.
Este es el caso, por ejemplo, de las primeras propuestas de corte
estructuralista y también de las
planteadas en los albores de la teoría generativista.
Se puede decir que los planteamientos,
esbozados con miras a establecer una gramática del texto, han constituido,
tanto en su versión formalista como en la funcionalista, tendencias que se
preocuparon esencialmente por resaltar las propiedades y rasgos intrínsecos del
texto, fijándose en las normas de cohesión y coherencia y dando primacía a la
elaboración de tipologías textuales[1], o
sea, aspectos que pueden prestarse al
análisis y evaluación empírica, descartando, del todo, la importancia del
contexto y situación comunicativa como factor determinante en el texto
concebido como proceso de producción / recepción.
Algunos
planteamientos lexicalistas han ido hasta el límite de defender la hipótesis del léxico dinámico
llegando a definir una unidad textual como un conjunto de palabras unidas en
función de unas determinadas reglas de conexión y cohesión.
Garrido, por citar un ejemplo, comparando
el alcance comunicativo de la palabra y del texto, de las unidades textuales
como “esquemas cogniscitivos que describen el tipo de acción comunicativa”
(1992: 167). Para él, las palabras
tienen sus propias estructuras y sus cargas semánticas son maleables por
corresponder, igualmente, “esquemas cognitivos” que, al pasar a formar parte del texto, como
unidad lingüística mayor, se adecua a su a su sentido global, ya que “al encajar
una unidad cognoscitiva en otra superior, siempre se produce un ajuste” (Garrido,
1992: 165).
De esta perspectiva viene la definición
del texto como aquella unidad producida a base de palabras organizadas y unidas
adecuadamente unas a otras[2]. Esta definición pese a desechar que un texto
no es una serie de palabras unidas aleatoriamente y sin vínculo lingüístico
semántico, y pese a alegar el principio de continuidad entre el nivel de léxico
y sintáctico, no cumple con las
expectativas que nos interesan en este estudio.
La LT no pretende, de ningún modo,
descalificar la palabra en tanto que constituyente textual. Lo que postula es, en realidad, es que la
articulación de un texto no se hace sólo a base de una combinación de piezas léxicas
organizadas en la superficie textual.
Beaugrand y Dressler reconocen (1981: 11) que las palabras de un texto son fundamentales para conseguir su
unidad y que obedecen en su disposición a un conjunto de “principios
constitutivos y reguladores de textualidad”, o sea todo texto viene definido
por su propia estructura de superficie,
donde la ordenación de los elementos léxicos y sus relaciones de concatenación
y subordinación van regidas por unas normas organizadoras. No en balde afirma I. Costa Antunes a este
respecto que:
[…] un texto requiere más que el aparato lingüístico perceptible. El
sentido global que vehicula supera las unidades de su superficie. No obstante,
reconozco que un texto se hace, también, con palabras, que se acomodan en la
linealidad secuencial del tiempo o del papel, y que requieren padrones
específicos de organización, de modo que puedan funcionar, en un determinado
contexto, como actividad comunicativa. (1996: 27)[3].
Es sabido, por otra parte, que, antes del desarrollo de las tesis
fundamentales de la LT y de los postulados de la Pragmática, tanto la gramática estructuralista como la
generativa consideraba la oración como
la unidad de análisis central en la cual había que fijarse para interpretar una
producción textual. De esta práctica se infiere que el texto se concebía como
un bloque de oraciones concatenadas,
dispuestas y organizadas en función de unas determinadas reglas de disposición que
son principalmente de carácter sintáctico-semántico.
Es
justamente por esta razón que Roland Barthes escribió en 1966 que el campo de
actuación de la lingüística era esencialmente la frase “es la última unidad de
la que cree tener derecho a ocuparse; el discurso no tiene nada que no
encontremos en la frase”[4]
. Por esta razón, refiriéndose a los
mecanismos de cohesión textual, algunos autores como Marcelo Paiva y Suzana Luw señalan que este
aspecto puede averiguarse desde un perspectiva puramente intrafrástica; “un
texto se hace bien construido y
cohesionado cuando usamos los elementos
gramaticales o cohesivos en interior de las
frases, de forma adecuada”[5].
La gramática
tradicional, debido a su orientación hacia la oración como unidad de análisis,
ha conferido muy poca importancia al texto. La unidad sintáctica superior para
el paradigma estructuralista y generativista corresponde esencialmente al nivel
frástico.
Para los estructuralistas,
el lingüista ha de determinar unos niveles de análisis. En este caso, el nivel
léxico-semántico, por ejemplo, queda en principio objeto de investigación que se manifiesta en distintos niveles de
análisis y las palabras, como otras unidades de otros niveles, concurren al
establecimiento de la lengua en cuanto que sistema.
Así, desde la tradición de la
escuela funcionalista francesa, André
Martinet pese aclarar la intima relación existente entre los cambios
sociales y lingüísticos y señalar la importancia del factor de "economía"
como norma reguladora en el acto comunicativo, ha desarrollado la perspectiva
funcional de la sentencia basándose en la tesis de que la lengua cuenta en sus
procesos de uso en dos tipos de articulaciones: léxica y fonemática. Esta
postura limita, por supuesto el análisis a nivel de la sentencia y sus subcomponentes.
La glosemática, regida por
las orientaciones formalistas de la escuela de Copenhague, pese a la re-conceptualización
del fenómeno del leguaje y su tratamiento en virtud de términos específicos[6],
no ha podido ir más allá de las limitaciones de la oración. Pues si el principio general de Saussure
consiste en hacer de la lingüística una ciencia que estudia el lenguaje en sí y
por si mismo, la glosemática adopta, igualmente, esta orientación abogando por
el principio de la inmanencia lingüística, anulando, de esta forma, todo
planteamiento trascendente. De ahí que Louis Hjelmslev haya precisado en su
obra, Prolegómenos a una teoría del lenguaje (1968), que el mayor reto al que se debe enfrentar es
como hacer de la lingüística una auténtica ciencia. Su propuesta consiste en
excluir todo lo extralingüístico y enfocar el lenguaje en tanto que estructura “sui
generis”[7], o
sea prescindir del factor de contexto
(social, cultural, psicológico, físico, etc.), que luego va a ser revalorado,
por la pragmática, el AD y la LT,
como elemental en toda actividad discursiva. Esta tendencia “inmanentista” ha
tenido como resultado confinar el análisis dentro de la perspectiva propiamente lingüística considerando el texto
como “conjunto de datos que se deben analizar, desde una oración hasta todas
las frases que aparezcan en un autor o una obra” (H.P. Grajales, 2001: 95).Pues, en su búsqueda de estudiar lo
constante en la producción lingüística, Hjelmslev considera el texto como el
espacio de intersecciones de una serie de relaciones y que lo constituyen. El precursor de la glosemática establece toda
una red terminológica para explicar su fundamento teórico:
Advertida
la existencia de estas posibilidades, la necesidad práctica de una terminología
adecuada se hace urgente. Introduciremos, pues, unos términos provisionalmente
para designar aquellas posibilidades que hemos tenido en cuenta. A las
dependencias mutuas, en las que un término presupone el otro y viceversa, las
llamaremos convencionalmente interdependencias. A las dependencias unilaterales, en las que un término presupone el otro pero no viceversa, las
llamaremos determinaciones. Y a las dependencias de mayor libertad, en las que
dos términos son compatibles pero ninguno presupone el otro, las llamaremos
constelaciones. Añadiremos aun designaciones especiales para esas tres
dependencias según se produzcan en un proceso o en un sistema. A la
interdependencia entre términos de un proceso la llamamos solidaridad; a la
interdependencia entre términos de un
sistema, complementariedad. A la determinación entre términos de un proceso la
llamamos de selección; a la determinación entre términos de un sistema,
especificación. A las constelaciones dentro de un proceso las llamamos
combinaciones; a las constelaciones dentro de un sistema, autonomías.”
(1968:42-43).
Creemos que, sumida al
resto de la nomenclatura relacionada con otros aspectos estudiados por el
fundador de la escuela de Copenhague, esta propuesta terminológica constituye
en sí una de los puntos conflictivos que dificultan la aplicación de los
métodos de la glosemática[8]. A
parte de esta dificultad a nivel, urge señalar que estas correlaciones,
estudiadas funcionalmente, como “dependencias” se limitan tan sólo al
plano del contexto tal como se define en la LT.
En esta misma línea se sitúa
la postura teórica de Antonio Domínguez Rey, quien, desde una óptica glosemática,
alega que toda estructuración de un texto , con vistas a analizarlo,
supone, forzosamente, hacerlo en términos de planos, niveles o
subestructuras que han de referirse a unas determinadas unidades elementales
que son la palabra, el sintagma, la proposición o la oración, insistiendo así
en el criterio oracional como regidor de la construcción textual: “Tanto
párrafo como periodo y capitulo, la obra en general, el texto en conjunto, son
organizaciones oracionales, de proposiciones o partes suyas, sintagmas.” (2014:64).
Para los generativistas,
especialmente de rango sintaxista, la teoría lingüística tiene que tener en
cuenta la capacidad de producción y de comprensión de las frases tanto desde el
punto de vista de su emisión como desde el de su recepción. De este modo la gramática se reduce a un
conjunto de reglas y normas que rigen la construcción de estas frases.
La sintaxis generativa considera que “la dimensión frástica” corresponde
al “límite natural del fenómeno del lenguaje”[9], de ahí que los
defensores del planteamiento chomskiano hayan refutado, por ejemplo, la opción de los descriptivitas consistente
en la aproximación al léxico sin
subordinarlo a su contexto frástico u oracional. Pues, el valor de la palabra
se reduce según ellos, a la función que desempeña en tanto que constituyente de
la frase, concebida como un todo susceptible de fragmentarse en partes. Es
justamente por esta razón que Lodenir Becker Karnopp, refiriéndose a la LT, la
considera como un área de estudio que emerge, a partir de propuestas
pragmáticas, para superar los límites de la gramática de la frase:
La lingüística estructuralista y la
generativista se dedicaron al estudio de la lengua fuera de cualquier contexto
de uso. Por considerar las relaciones entre la lengua y sus usuarios, la
pragmática emerge como nuevo campo de investigación en la lingüística. En este
contexto, considerando la lengua como actividad, surgen condiciones favorables
para las investigaciones de una lingüística del texto y del discurso, o sea,
una lingüística que se ocupa de las manifestaciones producidas por los usuarios
de una lengua[10].
Una de las preocupaciones
medulares expresadas en las reflexiones sobre la necesidad de establecer una
gramática textual, corresponde justamente a que ciertos fenómenos de ligación
sintáctica y estructuración semántica no pueden explicarse en función del
parámetro de la “frase” concebida como “límite natural” de la expresión
lingüística. Pues, al usar la lengua, los hablantes no producen sólo palabras o
frases aisladas o disociadas del
contexto situacional del discurso. No en balde afirma Marta Marín (MARÍN, M.
2008:113) que “los seres humanos no nos comunicamos mediante palabras
aisladas, tampoco mediante oraciones aisladas, sino que tratamos de transmitir
significados completos, más o menos cerrados, lo más coherentes posible, porque
intentamos ser comprendidos por los otros”.
En esta misma línea se sitúa que
defendiendo la tesis del sentido global, refuta toda propuesta sumativa que
procura reconstruir el sentido de un texto a base de la suma de los
significados correspondientes a los enunciados oracionales contemplados desde
una perspectiva de fragmentación y de composicionalidad que concibe
el texto como un conjunto de significados completos e
independientes:
Para estudiar el discurso como unidad
significativa compleja, no es posible analizar sus oraciones o proposiciones en
forma individual o aislada. Una unidad semántica global llega a ser tal como un
‘producto’ y no como una ‘suma’ de enunciados. Este principio se utiliza también para indicar que las emisiones de
discursos se usan en contextos de comunicación e interacción sociales y que poseen
sus funciones específicas en tales contextos situacionales. Las emisiones, en
tales circunstancias, se utilizan para realizar ‘acciones’: son productos de la actividad verbal del hombre.(Miranda
1986,:29 ).
Con las aportaciones de
varias líneas de estudio, tales como la sociolingüística, la psicolingüística,
la semiótica, etc., la lingüística deja
de ser definida como ciencia que estudia la lengua como sistema para pasar a
ser una ciencia del lenguaje –entendido en su sentido amplio: el semiológico. Se empieza a tener en cuenta factores
extratextuales para la interpretación de los textos y la investigación lingüística se orienta
hacia dimensiones más abarcadoras como las de la “enunciación” y “enunciado” estudiados,
por Harris (1969) y desarrollados también
por Benveniste en Problemas de lingüística general (1989)y por Jakobson
en Lingüística y comunicación (1989).
La propuesta de
Harris consistente en la urgencia de
enfocar lo que él llama “categorías mayores” ha contribuido a la vuelta de la
mirada hacia aspectos constituyentes del texto y su distribución en el espacio
textual en función de una relación de partes con el todo. Varias son las
teorías que han adoptado esta
orientación para abocar por el estudio de la actividad verbal como acto de comunicación y, por tanto, ha hecho hincapié en la necesidad
de enfocar las unidades mayores a la oración e interesarse por las relaciones
que se establecen entre ellas dentro del texto.
Refiriéndose, a los
primeros intentos de elaboración de una gramática textual, T.A. Van Dijk lo
considera como el evento más importante que contribuyo a la desmitificación de
los principios de la gramática transformacional chomskiana y hablando de los
propósitos fundamentales de esta nueva orientación hacia un nuevo paradigma
y, por tanto, hacia una nueva forma de
ver la realidad referencial del lenguaje, el lingüista holandés explica:
El
principal motivo de este intento (de
construir una gramática del texto) fue la presuposición de que la gramática de una lengua debe
dar cuenta, no sólo de las oraciones
realizadas mediante las emisiones de hablantes nativos, sino también de la s
relaciones entres oraciones, o sea de
los textos enteros subyacentes a estas
emisiones. Esta afirmación se basa en parte en argumentos gramaticales y, en
parte, en el posible papel de la gramática en dominios tales como la psico y sociolingüística,
la poética, la antropología y las demás ciencias sociales. (Van Dijk,
1980:9-10).
Es
precisamente por este motivo que las gramáticas, con orientación textual, han
demostrado que es desacertada la idea de concebir el texto como un simple conjunto de oraciones pasando por
alto la propiedad más relevante de tejido o textura. De hecho, muchos son los
lingüistas que, desde planteamientos diferentes, han llegado a aseverar que las
oraciones de un texto, no son, en realidad, las que lo constituyen; ellas sólo
contribuyen a la realización del mismo[11].
La construcción de un texto no se logra, así, por mera acumulación de subunidades;
la lógica impone que estas piezas de constructivas sean como lo alega Lemke
(1991: 23) "hasta cierto punto mutuamente predictivas unas de otras".
Todo lleva a la conclusión
de que existe una unidad mayor que la oración y donde ésta interviene con otras
en como constituyente funcional. Esta unidad textual supone que tanto las
producciones resultantes del uso primario de la lengua en situaciones básicas
de conversación oral como las que resultan de la lengua escrita,
indistintamente de su carácter individual o colectivo/colaborativo, son objetos dotados de sentido y de unidad,
es decir, que se descubren como bloques constituidos de formantes lógicamente
entroncados que forman un todo coherente.
El paso de la gramática de
la oración a la gramática del texto supone un cambio de perspectiva no sólo a
lo que se refiere a la determinación de la unidad de análisis (objeto de estudio:
oración/texto), sino igualmente respecto
a las unidades menores. Para aclarar esta idea podemos mencionar la
re-conceptualización o redefinición de ciertos constituyentes como los
substantivos que se contemplan distintamente pasando del nivel oracional al
textual. Pues, en el nivel oracional, se
considera la estructura sintáctico-semántica del bloque frástico insistiendo
por una parte en la función sintáctica de los sustantivos dentro de la oración
(sujeto, sujeto paciente, complemento directo, complemento agente, atributo, etc.,)
y, por otro, se recalca su valor semántico dentro de la estructura oracional
como unidad mayor (propio, toponímico, común, abstracto, concreto, no contable,
colectivo, etc.). Mientras que en el nivel textual, los sustantivos no se
prestan al análisis teniendo en cuenta sus implicaciones sintácticas o
morfológicas, sino que estudian, junto con sus modificadores y complementos
(artículos, adjetivos, determinativos, etc.) en tanto que entidades
lingüísticas que actúan en el discurso como
piezas operantes que permiten el desarrollo del tema nuclear del texto.
Además, la perspectiva textual supone
examinar otros aspectos de tipo referencial que hacen que los sustantivos
cumplan unas determinadas funciones deícticas:
Ø Nombrar y
determinar la persona o personas del discurso; deixis de persona
Ø Remitir al
lugar o lugares donde se desarrolla la
acción; deixis de espacio,
Ø Determinar el
tiempo de la enunciación: deixis temporal.
Todas las propuestas
elaboradas desde la perspectiva de la gramática textual han hecho hincapié en
el hecho de que la unión o ligación entre los componentes textuales ha de
presentar un sentido lógico y coherente. Por eso, se ha defendido ya desde los
primeros momentos, los estudios con dimensión textual han insistido en la
necesidad de examinar las relaciones de sentido existente entre las partes que
configuran la totalidad del texto.
Al considerar las reflexiones
de naturaleza lógico-filosófica desarrolladlas a cerca del leguaje y su
relación con la expresión de un sentido vehiculado en la comunicación, notamos,
por ejemplo que la semántica de la palabra,
la de la frase y la textual han demostrado, entre otros aspectos, que el
carácter dinámico de los constituyentes hace que a una palabra, a una frase o
incluso a un texto no siempre les corresponde un sentido composicional o
literal. Esta hipótesis esgrimida, igualmente, por el análisis del discurso y
la LT, nos hace recordar los postulados de las teorías del sentido. Según G.H.
Harman (1968: 66), tres son las propuestas teóricas que merecen mencionarse en
este marco:
1.
Las que reducen el sentido a la evidencia e inferencia, es decir, que
una determinada expresión lingüística tiene sentido sea por ser parte
integrante e imprescindible en un esquema conceptual, sea por desempeñar una función en la inferencia
realizada en el marco de la actividad interpretativa. Esta conjetura va
defendida por lingüistas como Ayer, Carnap, Lezis, Firth, Hepel, Sellars y
Auine.
2.
Las que postulan que el sentido depende de la idea o sentimiento que
una expresión puede comunicar. Esta línea teórica se concretiza en los estudios
de Morris, Stevenson, Grice y Katz,
3.
Las teorías de orientación pragmática que consideran el sentido como
una función de los actos de habla. Se trata de una perspectiva desarrolladla
fundamentalmente por lingüistas tales como Wittgenstein; Austin, Hare,
Searle, Alston entre otros[12].
Según, Harman, podemos distinguir en
estas orientaciones tres tipos de sentidos que, en realidad, no se contradicen
sino que al contrario se complementan para articularse en una misma teoría del
lenguaje. Pues el primero permite presentar el lenguaje como herramienta de
reflexión; el segundo define se concentra en el uso del lenguaje en situaciones
de comunicación y el tercero va orientado hacia el uso del lenguaje en ciertas
condiciones de tipo diastrático[13].
Hablando del texto,
teniendo en cuenta la articulación de su(s) sentido(s), podemos afirmar con Marta
Marín (MARÍN, M. 2008:115) que se trata de “una unidad de comunicación” que
corresponde a: “un entretejido (textum) de significaciones” susceptibles de
reducirse a “un significado global”. Esto implica, que todo texto ha de verse
como un todo, cuyas partes deben relacionarse, de forma lógica, para contribuir
a la configuración de un sentido general destinado a actuar adecuadamente a una
determinada situación comunicativa.
Sea como sea,
actualmente, ya es un lugar común afirmar que todo proceso textual, tanto en su
nivel de producción como en el de su propia recepción, ha de
suponer la no cotextuales- eso es, no presentes en el texto- para reconstruir
el sentido de un texto. Este es un hecho que ha sido ampliamente abordado en
los estudios de la gramática discursiva hispánica. Gutiérrez Ordóñez, por ejemplo, postula que
“el sentido
incluye no sólo los aspectos tradicionalmente semánticos, sino también los
pragmáticos”, distinguiendo así, entre el
significado “lingüístico”, el significado “referencial” y el
significado “ilocutivo” (1989: 63). Del mismo modo, Demonte y Fernández Soriano, hacen hincapié en
que a todo enunciado textual le corresponde una representación
sintáctico-gramatical que,
necesariamente, remite a un significado
“ilocutivo”, analizable en tanto
que “sintagma fuerza” (2007:137), sin perder de vista que, en un texto, hay que
tener siempre en cuenta la red compleja de relaciones de sentido y las
dimensiones interpretativas de orden extralingüístico.
[1] -
Nos referimos a la tendencia de clasificar los textos, por ejemplo, en
géneros como: descriptivo, narrativo,
expositivo, argumentativo, instructivo.
[2] Suzana Luz, afirma que « um bom texto
é aquele produzido com a organização de palavras que se unem, adecuadamente,
umas às outras”
[3] - “[…] um texto requer mais que o
aparato linguistico perceptível. O sentido global que veicula ultrapasa as
unidades da sua superfície. No entanto, reconheço que um texto se faz, também,
com palavras, que se acomodam na linearidade seqüencial do tempo ou de papel e
que demandam padrões específicos de organização, de maneira a poderem
funcionar, num determinado contexto, como atividade comunicativa.”
[4] “Assim, os termos vão formando uma oração,
e as orações vão construir períodos, que formarão parágrafos e a organização
entre parágrafos um texto”. Ibid.
[5] - « “Um
texto torna-se bem, construido e coeso quando usamos os elementos gramaticais
ou coesivos no interior das frases, de forma adequada».
[6] -
En los estudios de los representantes de esta escuela no se usan los conceptos propuestos por
Saussure y sus seguidores, sino que se recurre a toda una terminología para tratar
a veces los mismos fenómenos. Por ejemplo en vez de significante y significado
se emplean las nociones de ‘plano de expresión” y “plano de
contenido’ y ambos se definen como entidades formadas por una “forma”
y una “sustancia’. Del mismo modo los conceptos saussureanos: lengua,
habla, relación asociativa, relación sintagmática, son sustituidos respectivamente por los términos Esquema,
texto, sistema, proceso.
[7] - Al principio del capítulo VII de su
libro, Hjelmslev afirma que “ Al
evitar el punto de vista trascendente hasta aquí prevalente y buscar una
comprensión inmanente del lenguaje, en cuanto estructura auto-suficiente y
especifica, así como una constancia dentro del lenguaje mismo, y no fuera de
él, la teoría lingüística empieza a limitar el alcance de su objeto. Esta
restricción es necesaria (…) podrá considerarse
justificada si mas tarde permite una ampliación de la perspectiva exhaustiva
que esté de acuerdo consigo misma,
mediante una proyección de la estructura descubierta sobre los fenómenos
que la rodean .” (1968:35).
[8] - Refiriéndose a este aspecto complejo
de la teoría hjemsleviana, H.P. Grajales dice que “la glosemática introduce una
nueva terminología compuesta por 108 términos para caracterizar los fenómenos
del lenguaje. Este fenómeno dificulta la comprensión de esta teoría” (2001:
96).
[9] - Boujamaa El-Akhdar, Lexique arabe;
vers une grammaire dérivationnelle, Rabat, Ed. Okad, 1988,p.
19. “… chez les génerativistes, la dimension phrastique a été considérée comme
la limite naturelle du phénomène langagière”.
[10] - “Lingüística textual” in Lodenir Becker Karnopp,Dóris Gedrat , Teorias
do Texto e do Discurso, Canoas , Editora Ulbra,
2006, p. 18 . "A linguísticaestruturalista e
a gerativista dedicaram-se ao estudo da língua
fora de qualquer contexto de uso. Por considerar as relações entre
a língua e seus usuários, a pragmática emerge como novo campo de
investigações na linguística. Nesse contexto, considerando a língua enquanto
atividade, surgem condições favoráveis para asinvestigações de uma linguística do
texto e do discurso, ou seja
umalingüística que se ocupa das manifestações producidas pelos usuários
de uma língua. " (la traducción es nuestra).
[11] - Esta idea del texto definido como constructo realizado por sus
propias oraciones, pero sin que éstas sean lo fundamental en la textura del
mismo la encontramos desarrollada en Halliday
(1978: 133-5), (Quirk et al. 1985: 1423) y Fowler (1996: 80).
[12] - Al lado de esta propuesta de clasificación
podemos mencionar otras como la
de D.E. Cooper (1973) que destaca las tres teorías del sentido: la teoría
mentalista, la teoría behaviorista y la teoría del uso. A parte de estas tres
orientaciones teóricas, Cooper habla de
lo que él prefiere denominar las teorías del “punto de vista”: el
verificacionismo, emotivismo, el paradigma y la polaridad. D. Wunderlich
(1974), por su parte, distingue tres tipos de sentidos: el sentido
extralingüístico, tratado esencialmente en el marco de la semántica lógica, el
sentido intralingüístico, estudiado por la semántica conceptual; la teoría de
los campos léxicos y el análisis
componencial y; finalmente, el sentido ligado a la situación de
comunicación: estudiado por las teorías de pragmáticas. G. Leech, a su vez,
distingue entre el sentido conceptual, el sentido asociativo, (connotativo,
estilístico, etc.) y el sentido temático.
[13] “Le
premier pourrait rendre compte de l’utilisation du langage comme outil de
réflexion ; le second, de l’utilisation du langage dans la
communication ; le troisième, de l’utilisation du langage dans certains
rituels, institutions ou pratiques d’un groupe de locuteurs » (1968: 68).
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