Aunque el tema de la deixis ya fue tratado en las reflexiones de algunos tratadistas
griegos, puede decirse que el primero en establecer una teoría sostenida
sobre esta cuestión fue Karl Bühler. Centrándose en los postulados de la teoría de la comunicación,
este autor muy citado en la literatura escrita sobre el tema, elaboró una
teoría sustentada en dos dimensiones; el campo mostrativo y el campo simbólico.
Para este lingüista “el campo mostrativo del lenguaje en la comunicación
verbal directa es el sistema aquí- ahora-yo de la orientación subjetiva” y
explica que; “todo lo que es lingüísticamente deíctico coincide en que no
recibe en cada caso su impleción y precisión significativa en el campo
simbólico, sino en el campo mostrativo del lenguaje; y sólo en él puede
recibirla. Lo que es “aquí” y “allí” cambia con la posición del hablante,
exactamente de un interlocutor a otro con los cambios de los papeles de emisor y receptor”.
De De esta forma, Bühler sostiene que toda
producción discursiva, en el marco de una situación comunicativa, va
determinada por el “egocentrismo” del emisor , o sea, del “ego” enunciador que
constituye el punto de referencia que orienta la operación de
discursivación desde el punto de vista
tanto espacial como temporal. La deixis, tal como lo indica su sentido,
etimológico, hace referencia a las
propiedades de instrucción y
orientación que caracterizan la propia
lengua. Esto implica que el
procedimiento deíctico abarca todas las construcciones y entidades lingüísticas
cuya función discursiva es la de identificar y ubicar a sus referentes teniendo
como criterio los constituyentes del
triángulo sistemático “yo-aquí-ahora” que el propio Bühler denomina “origo”. Las
expresiones deícticas, según este planteamiento, forman parte de los mecanismos de
“mostración”, o sea, se catalogan como propios del “campo mostrativo del
lenguaje”.
Ampliando
su reflexión sobre el tema, el lingüista y psicólogo alemán establece una
clasificación fundada en tres tipos de
de mostración o deixis que Hebe Gargiulo sintetiza del modo siguiente:
a-
La demostratio ad oculus et ad
aures ; es la correspondiente a la forma prototípica de la
deixis e involucra la forma de indicar dentro de un mismo campo perceptivo compartido por el hablante y el oyente. Este
tipo de mostración actúa en una
situación de cara a cara que va
acompañada generalmente por gestos que permiten identificar el tema del cua se
habla.
b-
La anáfora; hace
referencia a algo que se dijo o que se dirá en el discurso.
c-
La deixis en fantasma: indica
que aquello al cua se hace referencia no figura en el campo perceptivo del
hablante y del oyente, sino que es algo que se evoca. Este tipo de mostración
tiene su base psicológica no ya en la “retención inmediata”, sino en la “mediata”,
es decir en el campo de los recuerdos maduros y de la “fantasía constitutiva”.
El hablante hace presente en la mente del oyente algo que no está ante sus
ojos.
Es de
apuntar que, tarando la cuestión de las relaciones referenciales en el discurso, algunos lingüistas como Ehlich, no consideran la ánfora como una modalidad
incluida dentro de la categoría de la deixis textual. Pues, basándose en un
criterio funcional, este autor considera que “las expresiones deícticas
provocan en el oyente una focalización” mientras que “los procedimientos
fóricos están relacionados con una focalización ya existente para el hablante/oyente”[1]. Este
posicionamiento es, igualmente alegado por Roland Harweg (1978:136), quien
defiende la hipótesis de que los procedimientos anafóricos y deícticos son
distintos desde el punto de vista de sus correspondientes referentes, y, por
consiguiente, se diferencian por ser los primeros de carácter variable
Partiendo de los postulados saussureanos, Emile Benveniste, por su
parte, desarrolla su tesis entorno a la “enunciación” definiéndola como la
apropiación de la lengua por un acto individual de decir[2]. Por esto,
la enunciación pasó a consolidarse, en Lingüística del Discurso y de la
Enunciación, como noción fundamental que se refiere a una “instancia”[3] de
mediación entre los archiconocidos componentes de la dicotomía Lengua/habla.:
Lengua Habla
|
⇰
|
Enunciación Enunciado
|
⇓ ⇑
Acto de
decir Lo dicho
|
La
articulación de la enunciación se hace mediante las instancias del “ego-hic-nunc”,
o sea mediante las tres fundamentales categorías del “yo”, del “aquí” y del “ahora”.
Es precisamente
a partir de de este planteamiento benvenistiano, desarrollado también por Jakobson, que se
instauran las instancias del sujeto, tiempo y espacio como categorías
básicas para la recepción y comprensión de la enunciación:
Instancias
|
Yo Persona
|
aquí Espacio
|
ahora Tiempo
|
⇓
Enunciación
|
La
enunciación es, en definitiva, la instancia lógicamente presupuesta por el
enunciado y es el lugar de la instauración del sujeto que, por
su parte, corresponde al punto de referencia de las distintas relaciones
espacio-temporales.
No es de
extrañar, entonces, que Fiorin (1996:
15) asevere que “comprender los
mecanismos de temporalización, de
especialización y de actorialización es fundamental para entender el proceso de
discursivización”.
La
importancia de las tres categorías en cuestión radica en que no constituyen una
particularidad de una determinada lengua, sino de todas las que se hablan en el
mundo, lo que significa que éstas se diferencian en el fondo por sus formas
lingüísticas y no por las categorías de la enunciación que son siempre las
mismas.
El
“yo”; el “aquí” y el “ahora” son, para Benveniste, como para la Lingüística de
la Enunciación y la Lingüística Discursiva en general, categorías medulares de
índole indicadora o deíctica. De ahí
viene la importancia de la deixis en cuanto que procedimiento
discursivo-enunciativo que en gran parte muestra que el conocimiento de la
lengua en si no suficiente ya que se necesita siempre un contexto y una
situación de enunciación para acceder al sentido último de un enunciado. Para averiguar esta idea basta examinar un
enunciado como el siguiente:
- Estuve
aquí, lo busqué y no lo encontré, volveré mañana a por él.
Se trata
de un enunciado descontextualizado en el cual no hay forma de conocer ni quién
es el “yo”/ enunciatario, ni el “aquí” (referente espacial) ni el tiempo de
acción (mañana ¿respecto a qué día? ¿a qué ano?, etc. ) ni tampoco el “que” o
referente/ objeto del cual se habla. Es
necesaria, entonces, una serie de elementos contextualizadores que puedan
servir de deixis o indicadores situacionales para interpretar apropiadamente el
enunciado en cuestión. Esto nos
muestra el carácter “original” del cual
habla Benveniste y que hace que los indicadores o deícticos como los pronombres
no remitan a una “realidad” ni a ubicaciones de índole objetiva en el tiempo y en
el espacio puesto que dependen, al fin y al cabo, de la “enunciación cada vez
mas única que los contiene y refleja, así su uso”[4]. De este
modo podemos decir que las llamadas formas deícticas son, en realidad,
entidades lingüísticas que remiten a su propia enunciación, lo que hace que sea
imposible inferir sus correspondientes referentes discursivos sin conocer -como
lectores/receptores- la situación enunciativa, o sea los participantes/actantes
de la misma y su ámbito espacio-temporal.
Es de
apuntar, a estas alturas, que al referirnos a la deixis tenemos que señalar
que, conceptualmente hablando, no todos los lingüistas esgrimen la misma definición del fenómeno en cuestión.
Pues su concepción varía de un autor a otro sobre todo en cuanto a los
componentes que conforman el concepto en sí.
No obstante, puede afirmar, sin lugar a dudas, que el triángulo
bosquejado por Benveniste (yo-tú- aquí)
sigue vigente, aunque de él se
han derivado otras categorías tales como
mío, tuyo, hoy, mañana, en este lugar, etc. que, según el mismo
lingüista francés, no son más que “términos simples o complejos procedentes
de la misma relación” establecida entre las tres instancias medulares[5].
Cervoni,
a su vez, adopta el mismo posicionamiento benvenistiano afirmando que los
deícticos “sólo pueden recibir un determinado sentido si están en una
relación existencial con el objeto que representan” y añade que se trata, en el fondo, de
entidades similares a las que Peirce llama ‘índices’. Esta similitud se
debe a que un índice es , por excelencia,
“el gesto” por medio del cual se indica o menciona el ‘objeto’ ausente[6].
Antes
de pasar al comportamiento indicador de la deixis, juzgamos
oportuno definir este concepto.
Pues, desde el punto de vista etimológico,
“deixis” es una voz de
origen griego Deikticos que significa “acción o acto de mostrar o
indicar”. Este fenómeno se refiere a “las
palabras que señalan la orientación o ubicación espacial o temporal de
entidades y personas, tomando algún punto de referencia, generalmente el del
hablante” (J.I. Hualde y otros, 2009: 370).
Deixis es, entonces, un concepto que fue desarrollado inicialmente por los estudios
elaborados en el área de la pragmática y luego pasó a formar parte de los
mecanismos y estrategias del análisis del discurso y de la interpretación de
los textos en general. Es un concepto que se relaciona con la situación lingüística en el cual algunas formas se
refieren a ciertos constituyentes del contexto de comunicación tales como la
persona, el tiempo, el lugar o una determinada secuencia discursiva.
Para Herman Parret, el dominio de la deixis
se enfoca en el sujeto de la enunciación, o sea en el “yo –enunciatario”
y el sentido de las categorías deícticas se establece, siempre, en función de la relación inherente al
contexto comunicativo. Esta idea retomada de la reflexión de E. Benveniste le
lleva a definir la deixis como “el conjunto de los indicadores
referenciales” que, de manera explícita o implícita, entroncan el ‘enunciado’
con el contexto o situación discursivos de la enunciación[7]. La
deixis, según este autor, se efectúa mediante distintas categorías de las que destacan las tres
siguientes:
a-
Los signos lingüísticos
por medio de los cuales el enunciador se designa a sí mismo y al enunciatario.
Esta clase deíctica engloba, generalmente, los pronombres personales y
posesivos aferentes;
b-
Las
entidades lingüísticas usados por el locutor para referirse a terceros, los que
no participan de forma directa en el discurso-
c-
Las formas
lingüísticas empleados en el enunciado para indicar el tiempo y el lugar
respecto a un ‘aquí’ y a un ‘ahora’ de la enunciación ( en esta categoría se
incluyen las marcas espacio-temporales de los verbos, sustantivos, adverbios,
etc.[8]).
Se
trata, en el fondo, de unas expresiones
verbales que remiten a referentes
distintos según lo requieren las circunstancias determinantes del contexto
comunicativo y que, como es de suponer, varían de
un texto a otro. Por esta
razón, las implicaciones inferenciales
de los deícticos han de buscarse siempre en virtud de las
marcas temporales y espaciales explotadas en el enunciado textual y de
su actuación respecto a los actantes del
mismo.
Otra
definición que merece aducirse en este marco es la proporcionada por Dominique
Maingueneau quien la concibe en términos de una
categoría que determina y puntualiza
las coordenadas espacio-temporales configuradoras de todo acto enunciativo. Para este autor “el acto de
enunciación supone la instauración de una deixis espacio temporal que cada
discurso construye en función de su
propio universo”[9]. No
obstante la contribución de este lingüista radica en presentar una concepción
más desarrollada que aparte de la llamada deixis discursiva, señala la existencia de otra que él considera “fundadora”
Podemos afirmar, entonces, que con la
denominación deixis textual o discursiva
se entiende el fenómeno que resulta del
uso de unas entidades deícticas con miras a remitir a unas partes del discurso
en el cual aparecen. Es; por ende, un mecanismo mediante el cual las lenguas
tienen como punto de referencia, no los elementos del contexto
espacio-temporal, externo al discurso, pero los propios elementos lingüísticos
que forman parte del mismo.
Una referencia deíctica es susceptible de tener como referentes formas lingüísticas que son más o menos próximas en el tiempo:
-
a)
formas que preceden: ej.
-
Eres un zalamero, un adulón, un pegajoso de primera (Refs).
-
¡Oye! No me gustan estas palabras (Exp.D).
-
b) formas que siguen y c) el enunciado o evento en lo que es incluido.
Ej.
¡Fijate bien en esto que te voy a decir:
No te fíes nunca en las apariencias!
-
c)
el mismo enunciado o evento del cual la deixis forma parte :
Ej.
En esta conferencia, vamos a intentar
echar luz sobre una de las cuestiones mas problemáticas de nuestra actual sociedad.
Se suele distinguir entre cinco modalidades de
deixis:
1.
Deixis de persona: la que
permite determinar la identidad de los participantes en el proceso
comunicativo. Estriba, entonces en la referencia deíctica al valor de estos
participantes en el acto de habla. Las formas deícticas del español vienen
gramaticalizadas n función de dos sistemas principales: el pronominal y el de
la concordancia verbal. De ese modo, la
deixis de persona se basa, generalmente, en el rastreo de los pronombres
personales que determinar la “persona”
de los interlocutores; yo, tú; él. Esto
significa que las divergencias de
tipo gramatical dependen de tres
categorías:
-
La primera persona: permite
que el hablante se refiere a si mismo;
-
La segunda persona: por medio
del cual se hace posible la referencia el hablante a un o varios destinatarios
del enunciado
-
La tercera persona; con la
cual se hace referencia a entidades o personas que no son ni enunciadores ni
enuncatarios ya que no participan en el acto comunicativo.
-
2.
Deixis temporal:
posibilita ubicar la predicación en un determinado tiempo discursivo. Por ello
es muy importante el examen y análisis
del uso
de los tiempos verbales (pasado, presente, futuro) y de
ciertas entidades lingüísticas temporales como: ahora, hoy, mañana, ayer; etc.
Es de señalar aquí que los
determinantes demostrativos cuando van
combinados con sustantivos portadoras de una noción de tiempo se analizan como
deícticos temporales: aquel día, esta semana, esta vez, etc.
3.
Deixis de lugar: como lo
indica su nombre corresponde a empleo de de todo tipo de entidad localizadora
en el espacio. Las indicaciones locativas
escudriñadas, en este marco, son
principalmente:
Ø
Los
pronombres demostrativos (éste, aquél, aquello, esto, etc.) y las formas
adverbiales de lugar (aquí/acá, ahí,
allí./ allá, cerca/ lejos, etc.),
Ø
Las
perífrasis o frases verbales así como las expresiones locucionales de tipo
adverbial, cerca/lejos, abajo/arriba; a
la derecha/ a la izquierda, por todos lados, dondequiera, etc.,
Ø
Algunas clases de entidades locucionales de
índole prepositiva: arriba de/ debajo de, cerca de/ lejos de, delante de,
detrás de, etc.
Ø
Los
demostrativos; este / ese/ aquel y sus variantes (plurales y femeninos),
Ø
Ciertas
formas verbales que implican la noción de movimiento en el espacio; ir/ venir, ascender/
descender, aproximarse/ alejarse/ apartarse; etc.
Notamos, aquí, que lo más importante es enfocar las formas deícticas adverbiales, adjetivas o verbales que remiten
al contexto de situación que determina la acción discursiva, o sea, las
entidades deícticas tanto de las de
carácter exofórico
como las de tipo endofórico que remiten al espacio o espacios
referidos en el texto. Teniendo en
cuenta que la catáfora remite, en el enunciado, a lo que a
sigue, y la anáfora se define como constituyente que alude a otro anterior, podemos distinguir entre las
dos modalidades siguientes:
4.
Deixis anafórica: se
refiere a una parte discursiva,
(palabra, idea, etc ) que ha sido mencionada antes en el mismo discurso. Va regida entonces por principios
de cohesión, progresión, ordenación, inferencia, etc.
Algunas combinaciones, por lo que
implica su coyuntura, pueden indicar por antonomasia, una deixis anafórica.
Este es, por ejemplo, el caso de los pronombres demostrativos, que ya que
éstos, tal como lo afirma Alida Ares, “sirven para situar en el discurso a
un sustantivo que ya ha aparecido anteriormente en el texto, explícita o
implícitamente, sin repetirlo, aludiendo a él deíctica o/ y anafóricamente,
estableciendo su relación con las distintas personas gramaticales y teniendo en
cuenta las coordinadas espaciales y temporales del acto enunciativo”[10].
Al hablar aquí de los pronombres
demostrativos no nos referimos sólo a los de carácter variable según el género
y el número (éste, ése, aquél), sino
igualmente a las formas invariables (que en español disponen sólo de la forma singular-masculino): eso, esto,
aquello, por inferencia remiten a algo, o a un suceso:
-
Eso es muy
grave = eso (lo que dices),
-
Esto te va
a servir en el porvenir = Esto (lo que te aconsejo),
-
Aquello fue
muy aterrador = aquello (lo que le pasó).
La anáfora, igual que la catáfora, puede
definirse como un mecanismo de
articulación discursiva, que actúa
en el texto mediante tres comportamientos distintos:
a)
La
expresión referencial,
b)
El
referente,
c)
El
procedimiento de articulación propiamente dicho.
De
este modo en un enunciado como “Estas son las ideas malsanas que destruyen el espíritu de
equipo”, podemos observar que, en esta oración usada en un determinado
contexto comunicativo. Por otra parte,
se recurre al uso del pronombre
relativo “que” se refiere, cognitivamente, a algo anterior (ya conocido
por el emisor y el receptor) y por tanto es un pronombre que se instituye como
“expresión referencial” que se refiere a algo mencionado antes; o sea al
“referente” “ideas malsanas”. La coyuntura entre los elementos del enunciado se consigue por este motivo, mediante el
procedimiento articulador que es la “anáfora”.
La anáfora
pronominal conforma, entonces, un
mecanismo de cohesión del cual no se puede prescindir en la actividad de
producción textual. Se trata, en el fondo, de una estrategia fundamentada en la
substitución de una determinada entidad por su correspondiente pronombre. La
relación anafórica implica, de este modo, el establecimiento de una relación
entre dos constituyentes textuales. En esta operación de substitución el
término anafórico ha de interpretarse siempre en función de otro que le
precede.
5.
Deixis catafórica: hace anticipadamente referencia a una parte discursiva
que se sólo se indica más adelante en el
texto o enunciado. Esto significa que el elemento catafórico halla su sentido
en otro término o expresión que le suceden en el texto.
Por
funcionar mediante el mismo mecanismo
substitutivo de referencia utilizado en
el caso de la anáfora -pero a la inversa -, el uso de la catáfora supone
que la relación entre la “expresión referencial” y el “referente” ha de
llevar al sentido del elemento catafórico enfocando el constituyente
substituido y que se menciona posteriormente en el enunciado:
EJ.
-
Los únicos
modelos en los que ha sacado buenas notas son el de Gramática y comprensión de
textos.
La
expresión referencial, o el término
categórico “módulos”, alude al
“referente” posterior “Gramática y
Comprensión de textos”.
Notamos que tanto la anáfora como la catáfora se articulan a base de un
proceso de substitución que hace que un término o expresión “A” remitan a otro término o elemento “B” situados sintagmáticamente antes o después
-respecto al constituyente referencial-. Este proceso de remisión puede representarse
del modo siguiente:
Expresión referencial
Referente anterior Referente posterior
[1] - cit. Por Hebe Gargiulo, Espacio, Deixis y
traducción, Publicaciones de la
Universidad Nacional de San Juan1999,
p.21.
[2] - «
l’énonciation est cette mise en fonctionnement de la langue par un acte
individuel d’utilisation » E. Benveniste, PLG, II, p.80
[3]-
El concepto de ‘instancia’
ha de entenderse aquí como conjunto de categorías que se crean en un
determinado dominio. La categoría, a su vez, es una noción que sirve para
agrupar una clase de elementos o constituyentes de una determinada realidad.
Por ejemplo, siguiendo los criterios tradicionales, el sustantivo, el adjetivo,
el verbo, el adverbio, etc. forman
una categoría; en este caso grammatical.
[4]-
Según Benveniste : «C’est
pourtant un fait à la fois original et fondamental que ces formes
‘pronominales’ ne renvoient pas à la ‘réa lité’ ni à des positions ‘objectives’
dans l’espace ou dans le temps, mais à
l’énonciation chaque fois unique, qui les contient, et réfléchissent ainsi leur
propre emplois » Benveniste, 1966 : 254.
[5] - Dice Benveniste refiriéndose a las categorías temporales y
espaciales : «On mettra en évidence leur relation avec je en les
définissant ; ici et maintenant délimitent l’instance spatiale et
temporelle coextensive et contemporaine de la présente instance de discours
contenant je. Cette série n’est pas limitée à ici et maintenant, elle s’accroît
d’un grand nombre de termes simples ou complexes procédant de la même
relation ; aujourd’hui, demain, dans trois jours, etc..» E.
Benveniste, 1966: 252).
[6] -
Cervoni, 1989 :25 « Los deícticos participan de la naturaleza de
los índices en el sentido de que sólo
designan de modo particular en la presencia de un referente”.
[7] - « … l’ensemble
des indicateurs référentiels qui, de façon explicite ou implicite, embrayent
les énoncés sur les situations du discours »
Herman Parret, Le langage en contexte : études philosophiques et linguistiques de pragmatique, Amsterdam, John Benjamins Publishing, 1980,
p .431
[8] -
Ibid. pp. 431 y siguientes.
[9] “L’acte d’énonciation suppose
l’instauration d’une ‘deixis’ spatio-temporelle que chaque discours construit
en fonction de son propre univers” Dominique Mainggueneau, Genèses du
discours, Bruxelles, Edition Margauda, 1984 p.96.
[10] - De la gramática normativa a la gramática del
texto: Corso di lingua spagnola per studenti italiani, Ed. Trento,
Tangram, 2012, p.95.
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