Atendiéndonos a la etimología de la
palabra ‘texto’(textum),
podemos decir que es una voz latina que significa ‘tejido entrelazado’, o
“contextura”, poniendo de este modo énfasis en una de las características
esenciales que han permitido definir desde siempre este tipo de producción
lingüística, eso es la cohesión. Esta concepción sigue vigente actualmente
incluso en los diccionarios normativos que, refiriéndose a este concepto, lo
definen como “enunciado o conjunto
coherente de enunciados orales o escritos”[1] o “conjunto de
palabras que forman un documento escrito”[2].
Al hablar del texto como unidad de análisis
que se encuentra en un espacio de bifurcaciones donde se encuentran varias
disciplinas, nos vienen a la mente las observaciones anotadas por Bakhtin en los años ochenta de la centuria pasada. El
teórico ruso alegó que el fenómeno textual se sitúa “en las esferas
limítrofes” o sea en “las fronteras” de varias disciplinas tales
como la lingüística, la filología y la literatura (1984: 311) Puede decirse
entonces con Jean - Michel Adam que el texto es un “objeto
pluridisciplinario” que hace que la LT se instituya como una disciplina
“constituida”[3].
El texto, sobre todo escrito nos obliga a entender que no nos es dado pasar de
la frase al enunciado por extensión. Lo que implica en este marco una clara
ruptura teórica con los parámetros de la
gramática tradicional[4].
Del mismo modo W. Labov señala que el estudio del texto exige, forzosamente, “dépasser la grammaire de phrases pour
aborder l’étude du discours” 1978:223 y matiza esta idea exponiendo que la
gramática para orientarse hacia un enfoque textual ha de recurrir a
nuevas perspectivas para ir más allá de las limitaciones de la frase y
considerar el texto como una unidad discursiva y no una simple suma de
oraciones[5].
Desde la óptica lingüística la definición del texto adquiere otras
dimensiones. Pues, estableciendo una
diferencia entre el concepto de competencia (conocimiento que el
locutor-auditor tiene de su propia lengua) y la noción de actuación/ ‘performancia’
(uso efectivo de la lengua en situaciones
concretas)[6], Chomsky, alega que todo hablante dispone de la
capacidad de distinguir un texto coherente de otro que no lo es. Esta capacidad de distinción se debe a lo que
el padre del generativismo llama “competencia lingüística”. Ésta permite la que permite a cualquier lector
parafrasear un texto, resumirlo o determinar
la categoría genérica a la cual pertenece: (género epistolar, narrativo,
poético, etc.).
Es justamente a partir de estas
reflexiones chomskianas que la LT, o la gramática textual tal como se prefería
llamarla en los años sesenta, ha
intentado explicar lo que es un texto a partir del concepto de “competencia
textual”. Pues, si nos atenemos a
los trabajos de Harweg 1973, J.S. Petöfi 1973; T.A. Van Dijk 1972, y W. Kummer
1972, entre otros, podemos ver cómo han insistido en enfocar la problemática
del estudio de los texto buscando no solo sus propiedades inherentes sino
también rastreando las manifestaciones de la competencia textual del receptor o
sea, lo que Michel Charolles describe como “la capacidad de los locutores
nativos de distinguir una cadena de frases aceptables que forman un texto de
otra que no forma un texto” 1988:46[7].
No obstante, esta propuesta inspirada en
la teoría generativa, ha resultado insatisfactoria e insostenible, ya que el
hecho de saber, de este modo, la diferencia entre texto y no-texto pertenece más
al dominio de la intuición del hablante más que a normas textuales reguladoras.
Pues, si la intuición del interlocutor puede ser útil para identificar la entidad textual
gramatical y aceptable, es inválida e inútil a la hora de producir un texto. Las
investigaciones en áreas lingüísticas como la LT; la pragmática y la
sociolingüística han cuestionado el paradigma generativo-transformacional y han
demostrado, tal como lo asevera Van Dijk, que “ el principio básico de una gramática
no debe construirse sobre la base de intuiciones lingüísticas problemáticas,
sino sobre observaciones del verdadero
uso de la lengua (incluyendo la variación social y dialectal), y que
la lengua en uso debe estudiarse también en términos, de actos de habla”[8]. Pues, el texto no corresponde a la mera capacidad
humana de producir frases correctas gramaticalmente, sino que es un “discurso”
y una “actividad comunicativa de un sujeto, en una situación de comunicación
dada” donde intervienen varios elemento que no pueden dependerse de un factor como la
intuición. Es justamente, por esta razón
que varios lingüistas como Fàvero y
koch; 1983, H.J. Eikmeyer 1983 y el mismo Van Dijk, revisado el concepto de “competencia
textual”, orientado sus investigaciones hacia otros aspectos que dependen de
otros condicionantes constructivos como la situación comunicativa, el contexto
cognitivo, socio-cultural, la red de conocimientos compartidos entre los
interlocutores etc. [9].
La
noción de texto ocupa en los estudios de
LT, como en las distintas teorías/gramáticas
textual es, un lugar primordial. Se
trata de un concepto que hace referencia tanto a producciones escritas como
orales. En contraposición a las teorías tradicionales, la LT y el AD ubican el
texto en el centro de sus intereses alegando que representa una unidad comunicativa
mayor que la oración. De este modo T.A. van Dijk (1992: 55) pone de
relieve la importancia del concepto de
“sentido global del texto” que según él no corresponde, de ningún modo, a la
suma de los sentidos expresados por las secuencias oracionales que lo componen.
Las diferentes corrientes de la LT ofrecen distintas
definiciones del texto como objeto de estudio. Robert-Alain de Beaugrande (1984:
36) lo delimita como “una manifestación natural del lenguaje” eso es, una
“ocurrencia de comunicación lingüística en un contexto”.
En el ámbito hispánico, la preocupación
por la búsqueda de una definición satisfactoria
constituye un punto esencial en las investigaciones elaboradas en el marco de la LT. L a
definición proporcionada, por ejemplo, por
Bernárdez (1982:85) explica y
amplia la propuesta definitoria de Beaugrande:
Texto es la unidad lingüística comunicativa
fundamental, producto de la actividad verbal humana, que posee un carácter social,
está caracterizada por su cierre
semántico y comunicativo, así como por su coherencia profunda y superficial,
debido a la intención (comunicativa) del
hablante de crear un texto íntegro y a su estructuración mediante dos
conjuntos de reglas; las propias del
nivel textual y las del sistema de la lengua”
En esta cita
notamos que el texto se define en función de su valor funcional como soporte de
un proceso comunicativo que se
apoya en cuatro pilares fundamentales que podemos representar de la forma
siguiente:
Acto comunicativo ⇆ Emisor/receptor
|
Competencia
pragmática ⇆ Conocimiento
de la intención y del contexto
Competencia
lingüística⇆ Conocimiento
del Código
Teniendo en cuenta
la propuesta de Bernárdez, puede decirse que el texto se redefine en función de cinco propiedades
constantes que, a su parecer se repiten en las varias propuestas que han intentado dar una definición abarcadora de un
concepto cuya aprehensión resulta muy
difícil. El texto de este modo corresponde a una serie de rasgos:
Ø Unidad de comunicación,
Ø Producto de una actuación
verbal/ lingüística del emisor ( actividad individual),
Ø Entidad dependiente del
contexto o situación de producción,
Ø Bloque organizado y
estructurado a base de normas de coherencia,
Ø Proceso que no corresponde a un
producto acabado sino a un proceso de producción que incluye la actividad de
recepción. Por lo tanto depende de las estrategias compartidas por el emisor y
el receptor.
Partiendo del posicionamiento de Bernárdez,
inspirada en la concepción generativa del proceso comunicativo, Josep Maria Castellà (1992: 50), propone una
definición ampliada orientada hacia una perspectiva pragmática y cognitiva,
haciendo hincapié en los tres conceptos de adecuación, coherencia y cohesión:
Texto es
una unidad lingüística comunicativa, producto de la actividad humana, que posee
carácter social. Se caracteriza por la adecuación al contexto comunicativo, la
coherencia informativa y la cohesión lineal. Su estructura refleja los
procedimientos empleados por el emisor y el receptor en los procesos de
elaboración e interpretación. Se construye por medio de dos conjuntos de
capacidades y conocimientos: los propios del nivel textual y los del
sistema de la lengua[1].
Para Ingedore Koch (1997: 22) el texto
es “la manifestación verbal
constituida de elementos lingüísticos seleccionados por los hablantes, durante
la actividad verbal, de modo que permita a los participantes, en la interacción,
no sólo la comprensión del contenido semántico, derivado de la activación d
procesos y estrategias de orden cognitivo, sino también la interacción (o actuación
interpersonal) de acuerdo con las
practicas socio-culturales”[2].
Es muy llamativa aquí la referencia al
carácter interactivo /humano, y por tanto social, sobre el cual han insistido
varios lingüistas como Halliday (1978: 60), quien asevera, claramente, que la
característica fundamental del texto radica en su dimensión interactiva. De
hecho concibe el producto textual como un
proceso de interacción que hace posible
el intercambio de significados. Por
eso, define el texto como una producción lingüística condicionada básicamente
por la interacción social, aparte de ser, desde luego, el resultado de una
configuración léxico-gramatical y el producto de una serie variada y
concurrente de selecciones de significado: “El texto es una forma lingüística
de interacción social, un producto de su entorno; funcionando en este entorno,
y un continuo proceso socio-semántico, donde hay una constante relación de
desplazamiento entre el texto y su entorno, paradigmática y sintagmáticamente” (1978: 138).
El texto es esencialmente una unidad
semántica, que tiene que ser considerada desde dos perspectivas al mismo
tiempo, como producto y como proceso (Halliday y Hasan 1985). Cualquier
extensión de lengua puede ser considerada como un texto. Y éste puede ser
hablado o escrito, producto de un monólogo o de la interacción de varias
personas. Sin que esté definido ni por su tamaño, ni por su forma. De modo que,
con el término de texto podemos hacer referencia tanto a un acto de habla, a un
intercambio oral entre participantes, a un pasaje o episodio, como a un
macro-acto de habla, una narrativa completa, etc. Brown y Yule (1983:4-11)
tratan la noción de texto como la representación del discurso, donde el
registro verbal de un acto comunicativo puede ser tanto escrito como hablado, y
aclarando que: Å un texto escrito puede ser presentado en diferentes ediciones,
tipografías, tamaños de papel, en una o dos columnas, y ser todas distintas
representaciones del mismo texto, Å y que la grabación de un texto hablado
puede recoger además del texto otros elementos sonoros que no constituyen parte
del texto sino del contexto. El texto se define, de
este modo, en virtud de tres caracteres fundamentales:
Ø Carácter de unidad lingüística
Ø Carácter de medio o vehículo de
información
Ø Carácter social.
Siguiendo la propuesta elaborada por Beaugrande y Dressler (1997), la mayoría de
los tratadistas parten de estos tres rasgos básicos del texto para hablar de
una serie de propiedades o “criterios de textualidad” que deben presentarse simbióticamente
interrelacionadas en un texto. Esta
estricta relación de sinergia entre estos rasgos o normas textuales varía de un
texto a otro y, por tanto, su
especificación depende de una serie de
factores de producción de índole textual y extratextual.
Cabe la posibilidad de distinguir dos
corrientes dentro de las investigaciones sobre la gramática textual: las que se
basan en presupuestos teóricos que alegan que
el texto corresponde a una unidad del lenguaje en uso (Halliday 1982 (1978) y las que manejan
las producciones textuales y las analizan como construcciones susceptibles de interpretarse a
partir del discurso (Van Dijk, 1980).[3]
La propuesta teórica de Halliday toda
producción textual en sus dos dimensiones esenciales; la primera; como
producto en la medida en que se construye como resultado y que puede estudiarse
como tal de forma sistemática; la segunda: como un proceso complejo, ya que supone una serie de procesamientos semánticos,
sintácticos y pragmáticos que suponen operaciones de selección de
constituyentes significativos, planificación, ordenación, construcción de
significados, etc.
Los planteamientos teóricos de índole
funcionalista (Halliday y Hassan, 1976) contemplan la entidad textual, no sólo,
como una unidad semántica, o sea una
unidad de tipo estructural y sintáctica,
sino también como una unidad de registro, es decir que va regida por una
dimensión claramente pragmática. De ahí
la importancia dada, en este marco, a las cuestiones relativas a la adecuación
del texto al contexto de producción. El
texto, según estas premisas, se define como la forma lingüística de una interacción
social. Esta visión de las cosas es justamente lo que justifica la estrecha
relación que la GSF estableces entre las estructuras sociales y el uso del
lenguaje.
[1] - « Text és una unitat
linguistica comunicativa, producte de l’activitat verbal humana, que posseeix
un carácter social. Es caracteritza per l’adequació lineal. La seva estructura
reflecteix els procediments emparats per emisor i receptor en els procesos
d’elaboració i d’interpretació. Es construeix per mitjà de dos conjunts de
capacitats i coneixements; els mateixos del nivel textual i els del sistema de
la llengua” La traducción es
nuestra.
[2] - “ [O texto é] a manifestação verbal
constituída de elementos seleccionados e ordenados pelos falantes, durante a
atividade verbal, de modo a permitir aos parceiros, na interação, não apenas,
depreesão de conteúdos semánticos, em decorrêcia da ativação de procesos e
estratégias de orden cognitiva, como também a interção (ou atuação) de acordó
com as práticas socioculturais”. La traducción es nuestra.
[3] - Raquel Garimaldi de Raffo Magnasco,
Lenguaje, comunicación y discurso, Río Cuarto (Argentina), Publicaciones de la
Universidad Nacional de Río Cuarto, Facultad de Ciencias Humanas, 2002, 126.
|
[1] Real
Academia Española, Diccionario de la lengua
[3] -
Jean –Michel Adam, Eléments de linguistique textuelle ; théorie et
pratique de l’analyse textuelle, Luxembourg, collection Philosophie et Langage,
Ed. Mardaga, 1990, p.11.
[4] -Según Culioli “Le texte
écrit nous force, de façon exemplaire; à comprendre que l’on ne peut pas passer de la phrase (hors prosodie, hors
contexte ; hors situation) à l’énoncé, par extension. Il s’agit en fait
d’une rupture théorique, aux conséquences incontournables » (Culioli
1984 :10).
[5] - Refiriéndose
a esta cuestión Labov afirma que « Jusqu’à
présent, les linguistes n’ont guerre progressé dans cette étude et sont, pour
l’essentiel, restés dans les limites de la phrase. Car l’analyse du discours,
sans être en soi un domaine vierge, est au moins du point de vue technique, en
ce sens qu’aucune de ses parties fondamentales n’a encore été sérieusement
pénétrée. Certes, il ya l’ouvrage bien connu de Harris, Discourse Analysis
Reprint 1963 ; mais son objet réel, les réarrangements structurels au
niveau de la phrase, le rend tout à fait étranger pour les linguistes ;
même si beaucoup d’entre eux commencent à consacrer à cette question, les principaux
progrès son venus des sociologues.» (1978 : 223-224).
[6] - “Nous
établissons donc une distinction fondamentale entre la compétence (la
connaissance que le locuteur-auditeur a de sa langue) et la performance
(l’emploi effectif de la langue dans des situations concrètes) » Noam
Chomsky, Aspects de la théorie syntaxique, traduction de jean-Claude Milner,
Paris, Editions Seuil, 1971, p.13.
[7]
- “la capacité des locuteurs natifs
à distinguer une suite de phrase acceptables formant un texte d’une suite ne
formant pas un texte”. La traducción es nuestra.
[8] - Teun A. Van Dijk, Estructuras y
funciones del discurso: una introducción interdisciplinaria a la lingüística
del texto y a los estudios del discurso, México, Siglo XXI, 1980, p.9.
[9]- Comentando este rumbo dado en los
primeros estudios de la gramática textual de los años sesenta, Shirley Carter-Thomas afirma que
«Il devient difficile de maintenir que certaines suites de phrases ou de
morceaux de textes seraient cohérentes ou incohérentes en elle –même. Dépourvus
de l’un de leurs arguments de départ, les premiers grammairiens de texte se
voyaient ainsi contraints d’envisager autrement les problèmes de cohérence et
de s’orienter vers d’autres domaines, notamment vers les sciences cognitives et
l’intelligence artificielle. » Shirley Carter-Thomas, La cohérence
textuelle : Pour une nouvelle pédagogie de l’écrit, Paris, Editions
L’Harmattan , 2000,p. 21.
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